martes, 29 de diciembre de 2009

El hombre como calamidad

Hay temas que parece como que no hubiera forma de tratarlos sin quedar mal. Vean sino la que se ha liado a propósito de las declaraciones de ese juez de familia que ha dicho que ve injusta la Ley contra la Violencia de Género. De inmediato, como impulsadas por un resorte, han respondido varias asociaciones acusándolo de prevaricador y machista, sin que se tomaran la molestia de seguir leyendo y advertir que el Juez también dijo cosas tan positivas como que la Ley ha servido para que la sociedad ya no tolere la violencia de género, pero que la situación que está generando no obedece a la realidad de lo que tenemos que combatir.
Yo también pienso así. Y no lo digo por provocar, lo digo porque estoy convencido de que es verdad. A los hombres, con carácter general, nos prescriben roles y actitudes que dejan mucho que desear y están haciendo que nuestra consideración social sea poco menos que la de una calamidad. Nos han convertido en sospechosos por el mero hecho de ser hombres y la situación ha llegado hasta el punto de que ser hombre, hoy, supone una especie de agravante nadie sabe muy bien por qué.
Los hombres, en ese aspecto, están siendo discriminados; una discriminación distinta de la que padecen las mujeres pero eso no significa que no exista y esté basada en las mismas estructuras sexistas.
En las mismas, solo que con una diferencia: parece como que hubiera un empeño por discriminarlos a toda costa pues la Ley no los considera iguales ni tampoco inocentes. En principio considera que son culpables, así que tienen que empezar por demostrar su inocencia y, por si no fuera bastante, la Ley les reserva un trato claramente diferenciado del que puede servir como ejemplo que se sancione con entre seis meses y un año de cárcel a los hombres que causen a su pareja, o ex pareja, "algún tipo de menoscabo psiquíco". Una lesión tan subjetiva y difícil de cuantificar que no está ni tipificada como delito. Pues bien, si es una mujer la que infringe ese mismo daño a un hombre, sólo podrán imponérsele penas de hasta 3 meses de cárcel.
Siempre he pensado que las Leyes deberían hacerse para las personas, no para los hombres y para las mujeres. Si una persona, por razón de su sexo, es juzgada de una manera distinta que el resto parece evidente que se está vulnerando el principio de igualdad.
Para justificar este disparate, este trato desigual avalado, en su día por el Constitucional, he oído decir a personas muy relevantes que lo que se intenta es compensar la desigualdad que existe en la vida real. La burrada, con todos mis respetos, no tiene desperdicio. Es como si nos estuvieran diciendo que las penas por hurto, para los gitanos, deberían de ser más altas que para el resto.
No entiendo como es que se insiste en qué la fórmula para acabar con la discriminación que padecen las mujeres es aplicar, sobre los hombres, los mismos postulados sexistas que se condenan. No me cabe en la cabeza que quienes se consideran, y presumen de progresistas, aplaudan y celebren la peregrina idea de que las mujeres son una clase social. Ese empeño, lejos de contribuir a resolver el problema,está fomentando una visión demonizada del hombre que no ayuda a la igualdad en las relaciones. Pero, claro, decir todo esto, por más que sea una realidad, es lo que dije al principio; es quedar mal.

viernes, 25 de diciembre de 2009

Este año el gallo canta primero

Créanme si les digo que admiro esa inteligencia de los obispos que les lleva a saber cuando tienen que indignarse y por qué. A veces pienso que se indignan por nada pero como pertenezco a la generación del cambio, es posible que no advierta el trauma que supone, para la Iglesia Católica, que se cambien las tradiciones. La prueba del nueve es la polémica que se ha suscitado por esa sentencia del Tribunal Europeo de los Derechos Humanos, que viene a modificar una tradición como la del crucifijo en las escuelas. Una tradición que, en España, data de hace setenta años, cuando lo impuso la dictadura.
Creía yo, equivocadamente, claro, que las tradiciones valían su peso en años, de ahí que pensara que si se había suscitado una fuerte polémica por algo que venía siendo costumbre desde mediados del siglo pasado se armaría la marimorena si, a quien fuera, se le ocurría modificar una tradición que tuviera quince siglos. Parecía de libro, por eso me llamó la atención el mínimo, por no decir nulo, efecto polémico, y traumatico, que está suponiendo, para la iglesia católica y los fieles cristianos, esa decisión del Vaticano de celebrar la tradicional misa de Nochebuena a las diez de la noche, en lugar de a las doce como era costumbre desde mediados del siglo V.
Dice el portavoz Papal, Federico Lombardi, que la decisión se ha tomado en base a que así se contribuye a disminuir el esfuerzo del Papa, de los empleados y de los fieles cristianos que, en noche tan hogareña, agradecerán retirarse primero a sus casas.
La medida, desde el punto de vista legal, es irreprochable pues el Vaticano no hace otra cosa que ajustarse a lo establecido en el artículo 34 del texto refundido de la Ley del Estatuto de los Trabajadores, mediante el cual se dispone que entre el final de una jornada y el comienzo de la siguiente habrán de mediar, como mínimo, doce horas de descanso. Cuestión que no se venía cumpliendo ya que la Misa del Gallo finalizaba bien pasada la media noche y el Día de Navidad, a las doce en punto, el Papa tenía que dar la bendición Urbi et Orbi.
A esa decisión, de ajustarse a la ley que prescribe un descanso mínimo, hay que añadir la oportunidad de hacer más llevadero el esfuerzo a quien ya tiene más de ochenta años. Y, en este sentido, supongo que todos recordaremos aquella imagen de Juan Pablo II, viejo y enfermo, que nos sobrecogía por lo que se adivinaba de sufrumiento.
Quiero decir con esto que la medida me parece acertada y más acertado aun que el cambio que supone modificar una tradición que tiene quinientos años años se haya visto como algo razonable y no haya suscitado polémica alguna.
No estaría mal aplicar el mismo rasero cuando se modifican otras tradiciones. Imagino que nos iría mejor, a todos, si la iglesia desterrara ese sentimiento de superioridad que la lleva a sentirse depositaria de la única religión verdadera y autorizada para gobernarnos y gobernar nuestras vidas. No pasa nada por adelantar dos horas el canto del gallo. Así lo ha entendido la mayoría de la gente. Tampoco me consta que los políticos y los columnistas de opinión hayan arremetido contra la jerarquía eclesiástica por modificar, de un plumazo, una tradición tan antigua. Deberían tomar nota los jerarcas católicos. Debería servirles para la mesura y el buen gobierno de su tradicional intransigencia.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Escribir al Rey y a Papá Noel

Milio Mariño
Entre las muchas cosas que aún me quedaban por ver, una debía ser que el Secretario General del Partido Comunista de España y los artistas e intelectuales que se consideran muy de izquierdas,es decir los que antaño suspiraban porque nuestro régimen político fuera como el de China o la Unión Soviética, ejercieran de buenos vasallos y escribieran una carta dirigida a su Magestad, el Rey, pidiendo que intervenga para salvarnos.
Ahí los tenemos, escribiendo a Juan Carlos I, como quien escribe a los Reyes Magos. Tampooco me estraña mucho,el tiempo ha contribuido a rebajar mi asombro hasta el punto de solo me causa sorpresa lo que encuentro en el cuarto trastero. Todavía recuerdo cuando esos que dije al principio se mofaban de quienes nos proclamábamos socialdemócratas y republicanos. Decían que no éramos de izquierdas, que éramos unos flojos.
El caso que en el otro extremo aparecen quienes presumen de querer a España, la patria,por encima de todas las cosas.Aparecen diciendo que somos el hazmereir del mundo por nuestra debilidad manifiesta para afrontar las crisis con un par entre las piernas. Coinciden, con los otros, en exigir mano dura. Cosa que, reconozco, tampoco debería ser causa de asombro pues todavía sigue vigente aquello de: "Los extremeños se tocan". Aquella obra de Muñoz seca en la que, como es sabido, un tal Pancorbo andaba en tratos, para timarlo, con Ali Benamal.
Quienes abogan porque el conflicto de Aminatou Haidar se resuelva a tiros o lo resuelvan los dos monarcas se olvidan de que, al menos, España es un país democrático.Deberían saberlo y cortarse un poco antes de devolvernos, con sus proclamas y su misiva, a tiempos de la Edad Media. Pero, claro, instalados en su tradicional pragmatismo no me extraña que hayan llegado a la revolucionaria conclusión de que los monarcas de todo el mundo se llevan muy bien entre ellos. Despues de todo son, prácticamente, familia y resulta de lo más lógico que los profesionales del mismo ramo se apoyen y se defiendan.
La alta capacidad intelectual de Cayo Lara, Almodovar y los partidarios de la guerra de África es evidente que está poor encima del pueblo llano, de ahí que no sepan, como cualquier persona medianamente informada, que los países serios y democráticos resulven sus problemas por la vía diplomática y no tienen más embajadores que los que designa el gobierno salido de las urnas.
España, al menos en esto, no debería ser diferente pero ya vemos que lo es. Vemos que quienes piden leña y quienes piden la intervención del rey son los mismos que están diciendo que, a nivel internacional, somos el hazmereir. Lógico, con semejante tropa nunca nos tomarán en serio. Nos seguirán viendo como un país de floklóricas y toreros.
¿ Tan difícil es que éstos activistas de salón y micrófono, éstos que se creen la esencia mmisma de la libertad en frascos de Loewe, se sujeten un poco y dejen el protagonismo a quien lo debe tener?
¿Será mucho pedir que los asuntos de Estado estén por encima de la confrontación partidista, que cuando el país tenga un conflicto lo que prime no sea criticar al gobierno y se imponga defender, por encima de todo, el buen nombre de España?
A lo mejor si, a lo mejor es exagerado pedir todo esto que, por cierto, no lo estoy pidiendo a los Reyes Magos o a Papá Noel, lo pido a quienes escriben cartas al Rey y a los que abogan por resolver los conflictos a tiros y ponen como ejemplo la conquista de Perejil.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Hablando de Sitel y tal

Milio Mariño
Poco a poco, y sin que apenas nos diéramos cuenta, el Estado ha llegado a saberlo todo de nosotros.Sabe cuanto ganamos, cuanto gastamos, si tenemos casa, si tenemos coche, nuestro estado civil, nuestro domicilio,cuál es nuestro historial médico, cuantos hijos tenemos,cuanto debemos, cuanto tenemos en el banco, si trabajamos, si estamos en el paro, si tenemos un plan de pensiones...Lo sabe prácticamente todo sin necesidad de apelar a procedimientos sofisticados que valen una millonada. Lo sabe porque nosotros se lo decimos, pero como, al parecer, quería saber más, Aznar compró Sitel, según dice ahora el PP, para no usarlo.
El PSOE, que se lo encontró instalado, viene a decir lo mismo. Dice que no lo usa, que se lo ha alquilado a los jueces y la policía para facilitarles su trabajo.
Apabulla lo que saben de nosotros. Y apabulla todavía más que no se conformen con eso, que quieran saber dónde estamos, que decimos, con quién hablamos...
Lo curioso del caso es que la mayoría de la gente apenas le da importancia. Dice alegremente aquello de que si no tienes nada que ocultar...Si eres inocente...Qué más te da, allá ellos, que escuchen lo que les apetezca.
La ingenuidad de este comentario solo es comparable, en estupidez, con aquella del policiía que le gritaba al que estaba aporreado en el suelo: Si no tenías nada que temer; ¿ Por qué corrías ?
La defensa de nuestra privacidad no es un capricho elitista, o una extravagancia; es fundamental. Imprescindible para protegernos del abuso de unas autoridades que siempre son inquisitivas y si por ellas fuera ningún aspecto de nuestra existencia quedaría a salvo de sus ojos y sus oídos.
El ejemplo más evidente lo estamos viendo con este embrollo de Sitel, un sistema automatizado que permite, bajo orden judicial,la recogida de cualquier conversación o mensaje. Su lelgalidad ha sido avalada por varias Sentencias del Tribunal Supremo, en alguna de las cuales se dice, expresamente, que es más garantista que los métodos anteriores pero, aún así, debería estar regulado.Debería haberse regulado hace tiempo, cuando se compró, lo que pasa que cada cual se acuerda de Santa Bárbara cuando truena.
Al PP, que lo gestionó durante cuatro años, no le importó que Sitel pudiera irrumpir en nuestras vidas y coartar nuestra intimidad hasta que varios de sus dirigentes políticos no aparecieron relacionados con la trama Gürtell. Entonces si, entonces lo denunció pero el objetivo de su denuncia no era proteger nuestra privacidad, el objetivo de su denuncia es conseguir la anulación de las pruebas que, contra sus dirigentes, tienen los jueces.
Esta especie de cruzada que el PP ha emprendido, ahora, en favor de nuestra privacidad dudo que se hubiera producido si los periódicos no hubieran publicado aquellas conversaciones del Bigotes con sus amiguitos del alma. Así que seamos claros, dejen de tratarnos no ya como a idiotas en potencia sino como a verdaderos imbéciles. Ni a unos ni a otros, ni al PP ni al PSOE, les importa nuestra privacidad, les importa la suya. La de sus dirigentes.
Cuesta entender esta sumisión, casi generalizada, a qué sepan todo de nosotros. La pregunta que se me ocurre, la que no entiendo por qué no nos hacemos es:¿Y, para qué quieren las autoridades saber de nosotros más de lo que ya saben? Porque será para algo, supongo. Para algo que, o mucho me equivoco, no creo que sea para facilitarnos las cosas o felicitarnos por nuestro cumpleaños.

sábado, 21 de noviembre de 2009

Disparates varios

MILIO MARIÑO

A estas alturas sigo teniendo no sé si la buena, o mala, costumbre de hacerme preguntas sobre algunas de las noticias que leo a diario. El resultado no es alentador pues en algunos casos cuestiono que sean verdad y en otros me parecen un disparate. Intuyo que la lógica que utilizo ha debido quedar anticuada, aunque también puede ser que cada vez me resulte más difícil distinguir lo real de lo no real y lo lógico de lo disparatado.
Esta semana, por ejemplo, me ha parecido un disparate que Zapatero y Rajoy se pongan de acuerdo para elegir un nuevo presidente de TVE que tiene 81 años y confiesa que no sabe nada de televisión. También me han parecido disparates que Berlusconi reforme las leyes para evitar ser juzgado, que Camps diga que los socialistas quieren verlo fusilado y en una cuneta y que la Junta de Extremadura, en su afán por enseñar a los jóvenes, haya decidido enseñarles manualidades que no tienen aplicación en el ámbito presional sino, solo, en cuanto a una satisfación personal que casi todos aprendimos de forma autodidacta.
El caso que junto a esos disparates aparecían en los periódicos otras noticias, también disparatadas pero que, a diferencia de las anteriores, querían indicar que hay gente que puede vivir sin muchas cosas, pero no sin lógica. Me refiero al suicidio de esos tres deportistas, todos ellos jóvenes y todos, a mi juicio, por cuestionarse la lógica de sus vidas.
Desde mi punto de vista el suicidio es un disparate por mucho que sea una forma más de morir y que, según la definición que considero más acertada, consista en matarse a uno mismo impidiendo, con violencia, el cumplimiento de su destino.
La diferencia entre lo disparatado de las decisiones que decíamos al principio y el disparate de por fin a la vida cuando apenas se han cumplido treinta años es, además de la fatal consecuencia, que en unos casos podemos interrogar por la causas y en los otros quedamos con la pregunta en los labios y un regusto amargo en el alma.
Dicen que la causa del suicio no es un arrebato de locura, que una cordura bien llevada también puede conducirnos a él. Qué, cuando se ha perdido el sentido lógico de la vida ( situelo cada cual donde quiera ) no es locura la decisión de acabar con ella sino todo lo contrario.
Pues no se yo. El año pasado se suicidaron en España 6.381 personas y, a mi, por más que me digan que pudieron ser actos de cordura, me parecen otros tantos disparates.
La coincidencia entre suicidarse como lo han hecho Robert Enke, Agustín Sagasti y Dimitri Fauw, y hacer una tontería como las que atribuyo a Zapatero, Rajoy, Camps y la Junta de Extremadura, es la inexplicabilidad de la causa pues si en unos casos no parece que pueda atribuirse a sus protagonistas dificultades económicas o desarraigo social, en los otros tampoco cabe suponer que fuera por ignorancia. Tal vez sea porque, al decir de los filósofos, los disparates son delirios subversivos, urgentes y subterráneos que pueden con todo. Con lo trivial, lo elevado, lo contradictorio y hasta con lo que uno pretendía decir y no sabe si queda dicho.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Piratería Política

MILIO MARIÑO

A pesar de los antecedentes pensaba yo que esta vez no sería igual. Que, aún, contando con qué viene de largo que el PP utilice como estrategía que el Gobierno todo lo hace mal, había que ser muy ruín, moral y políticamente, para utilizar el secuestro del Alakrana y sacar rédito político de un drama que nos está sobrecogiendo a todos.
La realidad es otra. Es una fantasía delirante de obsesiones odios y rencores que el principal partido de la oposición lleva siempre en los labios y no pierde ocasión de manifestar como quién se sirve de una descarga eléctrica que le motiva y le da fuerza.
El Partido Popular, que ya habia utilizado el terrerorismo y no le duelen prendas a la hora de cuestionar a las instituciones del Estado y enfangarlo todo pensando que así saca provecho y cosecha votos, ha decidido dar, si cabe, otra vuelta de tuerca y jugar, ahora, la más indigna de todas las bazas: capitalizar politicamente la legitima preocupación de las familias de los marineros secuestrados y servirse de sus sentimientos para fustigar al Gobierno.
La falta de respuestas, de responsabilidad y de liderazgo ante las banderías, los caudillismos, la corrupción y los problemas internos, lejos de afrontarlos con la reflexión y el rigor que deberían imponer la sensatez y el buen hacer democrático, los ha resuelto el PP con un carpetazo a medias y acudiendo, para taparlo, a lanzar un nuevo torpedo contra esa linea infranqueable que debería ser la lealtad al Gobierno en temas de Estado. En temas que deberían encontrar un consenso claro, crítico si se quiere - como en el caso de Lamazares- pero consenso de apoyo ante un adversario exterior que está ejerciendo un chantaje mafioso.
El hecho de que la situación de los marineros sea cada vez más dramática no justifica, sino todo lo contrario que, una vez si y otra también, se ponga al Gobierno en la picota por este caso. Aprovecharse de la angustia de las familias, y de la incertidumbre ciudadana, es un acto de piratería política. Es contribuir a que los piratas incrementen la presión que ejercen sobre el Gobierno español a través de un chantaje inaceptable.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Galácticos de la democracia

Esta semana pasada, influido seguramente por dos noticias de impacto que nada tenían que ver: el fallecimiento de Fernández Campo y la derrota del Madrid, se mezclaron en mi cabeza el fútbol y la política. El resultado fue que me puse a escribir y, cuando quise darme cuenta, la confusión era tal que me había llevado a enfocar el tema como si se tratara de una crónica deportiva de esas que suelen escribirse los lunes después de una jornada de liga. No sé si haría bien, pero así lo dejé.
Comenzaba diciendo que ya solo nos queda uno de aquellos tres asturianos: Torcuato, Sabino y Carrillo, que nacieron hace más de noventa años y formaron la mejor delantera democrática que se recuerda; la que tanto necesitabamos y la que, a la postre, nos sacó de la dictadura para meternos por la puerta grande en la liga de las libertades.
Los tres; Torcuato, Sabino y Carrillo, destacaban por tener una gran visión y dominio del juego. Había que ver como se movían y se desmarcaban del resto. Como resolvían las situaciones comprometidas con la eficacia del que sabe muy bien a que juega. Seguro que los más mayores recordarán aquellos memorables encuentros en los que Torcuato goleaba a los procuradores en Cortes, Sabino nos salvaba de penalty y Carrillo se abrazabab a la bandera después de meterles un gol decisivo a los prosoviéticos.
Aquellos eran jugadores y no estos de ahora que viven pendientes de las cámaras y los focos y de vender humo por un puñado de votos, cuando no de tirarse en el área, simulando que les han hecho falta para justificar su impotencia.
Dirán que aquellos delanteros brillaron porque funcionaba todo el equipo pero yo tengo mis dudas. Si quitamos a Torcuato, Sabino y Carrillo se salvanmuy pocos, la calidad baja mucho. No se salva casi ni el portero; que fue ganando prestigio y ahora dicen de él que era un fenómeno, que sus intervenciones resultaron decisivas pero que, por aquel entonces, dudaba más de la cuenta y tuvo salidas en falso que no fueron gol de milagro.
Lo mismo puede decirse de otros titulares indiscutibles, pues hubo partidos en los que no quedó nada claro si defendian, atacaban o dejaban hacer al contrario.
Es normal que ahora se olviden los titubeos y las malas jugadas y todos se apunten al éxito. Pero el mérito fue de los galácticos. De aquellos tres fenomenos: Torcuato, Sabino y Carrillo; extremo derecha, delantero centro y extremo izquierda, que marcaron la diferencia.
En el fútbol hay una ley no escrita según la cual lo que pasa en el vestuario no debe trascender de puertas afuera, por eso que no sabremos nunca el alcance y el significado de esa famosa frase que atribuyen al portero :¡ Mira que si te has equivocado, Sabino !
Sabino no se equivocó y, los que con él formaron aquella delantera de galácticos de la democracia tampoco. Así es que hoy podemos presumir de lo fenomenal que jugaron y de que, los tres, son asturianos.

viernes, 30 de octubre de 2009

El elogio del sinvergüenza

El elogio del sinvergüenza no es como ese otro que hay en Gijón, no tiene horizonte ni se levanta en un cerro esculpido por la mano de un artista; es de palabra y campa a sus anchas por toda la geografía patria. Es, sigue siendo, monumental a pesar del asombro que causan las evidencias pues, mientras en el Congreso debatían sobre los Presupuestos, la policía tomaba al asalto un Ayuntamiento, El Ejido, donde otro sirvengüenza, hasta ahora desconocido, ha estafado, presuntamente, 150 millones por el procedimiento de poner baldosas a 3.000 euros.
Menuda racha; vaya si tienen tajo los fiscales, jueces y policías: Gürtel en medio país, Millet en Barcelona, Matas en Mallorca, Marbella, El Ejido, Santa Coloma y a saber cuantos más.
Viendo el panorama la tentación podría ser despacharnos a voz en grito y decir que ya está bien de sinvergüenzas pero, sin que me proponga llevarles la contraria, solicito una mirada más amplia y reflexión en toda regla sobre si esos políticos, y cargos públicos, que señalamos con el dedo, son una especie en si mismos o forman parte de un país, el nuestro, cuya población no imputada merecería estarlo en no pocos casos.
Tendríamos que cambiar mucho para que, lo que está sucediendo, fuera la excepción. Para que dejáramos de ser diferentes por algo que nos diferencia a peor.
Mientras criticamos que nos suban los impuestos seguimos presumiendo de saber hacer trampas para pagar menos. Seguimos aplaudiendo a quien dice que defrauda a Hacienda y lo felicitamos por listo. Y no solo eso también cuentan con nuestro aplauso los que se cuelan en el cine o el autobús, roban en las tiendas y hacen trampas para ver gratis la televisión de pago.
No me olvido de los que nunca exigen factura al fontanero, al dentista, al que hace la chapuza, ni a nadie que les diga si quieren ahorrarse el importe del IVA.
No, no crean que solo va de reproches ajenos, yo mismo, a qué negarlo, he incurrido alguna vez en alguna de las conductas que ahora denuncio. Podría decir lo contrario, el papel puede con todo, pero sería tanto como faltarles al respeto y faltarmelo a mi mismo.
La lista de denuncias, o de reproches, llamenlo como quieran, podría ser mucho más amplia. Podría incluir a quienes pasean al perro y vuelven a casa dejando su mierda en la acera, se quejan de lo que valen los pisos y pagan una millonada en negro, o se presentan en la escuela y ponen de chupa domine al maestro que castigó a su hijo. También incluyo a esos Ayuntamientos, no pocos, que para aprovechar el plan E del Gobierno vuelven a pavimentar una acera que habían pavimentado hace poco, a los caseros que suben la renta aprovechando la subvención de los alquiles o a los concesionarios de coches que hacen trampa con las ayudas.
Para la mayoría el sirvengüenza sigue siendo el listo y el honrado el tonto. Es lo que hay, de ahí que siga vigente aquella famosa frase de que aquí el que no se aprovecha es porque no puede.
Mientras esa frase funcione de boca en boca y los sinvergüenzas sigan siendo elogiados por sus "hazañas", servira de poco, o de nada, que los fiscales, los jueces y la policía trabajen a destajo contra la corrupción y la estafa.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Educación para la ciudadanía maleducada, de derechas

Si nos atenemos a lo sucedido estos últimos años, el Día Nacional de España debería incluir en su programa de actos un apartado dedicado al abucheo y los silbidos contra el Presidente de Gobierno, cuando éste sea de izquierdas. Sería lo más apropiado porque anda que no habará días para darle un repaso sonoro a quién sea el que gobierne, pero los maleducados, de derechas, no ven ocasión mejor para expresar su descontento que alterar la atmósfera de civismo y democracia que requiere la Fiesta Nacional y la unión de un pueblo en torno a sus símbolos, su ejército y su bandera.
Lo peor de todo es que, quienes acostumbran a dar el cante en fecha tan señalada, lo hacen presumiendo de ser más patriotas y más españoles que nadie. Patriotas de pacotilla, claro está, porque confunden la educación, el respeto y las buenas maneras con la nostalgia por lo vivido en otras épocas, de modo que cuando oyen una corneta vuelven al mando en plaza y se olvidan de que vivimos en democracia.
Así estamos, treinta años después de aquel ruido de sables. Y lo cierto es que algunos, bastantes, disfrutaron con el espectáculo. Se rieron para sus adentros, o incluso para sus afueras, y lo pasaron que no les cabía la ropa en el cuerpo viendo como, desde detrás mismo de la tribuna de personalidades, se abucheaba al Presidente y se aplaudía a la cabra. Animal que no digo que no lo merezca pero que seguramente recibió los aplausos por esa afición suya, compartida por los que aplaudían, de tirarse al monte a las primeras de cambio.

Habrán entendido supongo, y si no es así lo aclaro, que cuando me refiero a los maleducados de derechas antepongo la conducta a la ideología. Los maleducados constituyen, por si mismos, una caterva sin siglas que puede arruinar el buen nombre de partido político, asociación o lo que sea a lo que se arrimen. Y como quiera que, en este caso, se arrimaron a la derecha, opino que no le hicieron ningún favor sino todo lo contrario.
Con los maleducados, vengan de donde vengan, hay que tener cuidado. Decía Thomas de Quincey que el asesinato o el robo, en si mismos, son una menudencia comparado con el proceso que desencadenan, pues si alguién es capaz de robar seguramente que también beberá en exceso, dejará de acudir a la iglesia y llegará a un punto sin retorno, y sin enmienda, en el que ya nada le infunda respeto, pierda los modales, olvide las buenas maneras y no le importe hurgarse la nariz, sober la sopa o rascarse, públicamente, la entrepierna.
Asombra por su vigencia la sabia apreciación del escritor británico. Tiene más razón que un santo. Y la prueba que lo confirma es el espectáculo que están dando los que aparecen en el sumario de la trama Gürtel, una trama en la que figuran como implicados más de una docena de cargos públicos y políticos de derechas. Ya ven ustedes que diálogos, que cosas se dicen, que motes se ponen y como se tratan cuando creen que nadie los oye. Aúnque salieran todos absueltos, que no lo creo, deberían ser condenados por horteras y maleducados.
Dice Savater, y estoy de acuerdo, que nacemos humanos pero que, en realidad, no lo somos hasta que no nos educamos. Educación es lo que hace falta y, a lo mejor, no tanto en conocimientos, sino en relación con la vida, la democracia, las instituciones y el respeto a los ciudadanos.

lunes, 12 de octubre de 2009

Del Cantábrico al mar malo de Somalia

Hasta hace poco era de los que pensaban que la piratería había sido confinada a los antiguos buenos relatos y las modernas malas películas. Me parecía imposible que la calavera volviera a hondear en el mástil, pero debe ser cierto eso de que todo vuelve porque el mar malo de Somalía es ahora lo que fue, hace quinientos años, nuestro Cantábrico; un mar sin ley lleno de piratas que asaltan, al abordaje, a los barcos que navegan con sus tesoros de pesca como antaño navegaban los que venían de las Américas cargados, según las crónicas, de cochinilla, azucares, cueros, mercancías y hasta siete millones en pesos de oro.
Aquí, frente a la costa del Cabo Peñas, fue donde Pedro Menéndez, comisionado por Felipe II para luchar contra la Piratería, avistó y dio caza a Fraçois Le Clerc, el famoso Pata Palo, que con su bergantín Claude andaba al acecho de todo lo que venía de América. Eran otros tiempos, claro está, pero la situación, aunque parezca distinta, viene a ser parecida. Cunde la alarma porque la flota de Su Majestad está siendo acosada por unos piratas que la asaltan en alta mar.
No se me ocurrirá discutir, ni poner siquiera en cuestión, la ayuda que el Gobierno debe prestar al atunero vasco asaltado y secuestrado frente a las costas de Somalia. El Gobierno tiene la obligación de hacer todo lo que esté en su mano para solucionar el problema de la manera más satisfactoria posible. Sobre todo por que respecta a la vida y la integridad física de unos marineros que se limitaban a trabajar allí donde su patrón les llevaba. Que era dónde había mejor pesca, simplemente, porque otros no se atrevían a ir dado que el riesgo es mayor y la zona no está protegida.
La liberación, y el retorno de los marineros, no se discute, pero si convendría discutir lo que algunos están pidiendo: qué los pesqueros tengan escolta naval o, lo que a mi juicio sería aún peor, que incluyan en su tripulación a soldados, o guardias de seguridad, que disuadan a los piratas de lanzarse al abordaje.
La mejor prevención, en éstos y otros secuestros, sería que los armadores midieran adecuadamente el riesgo y no se empeñaran en faenar en lugares especialmente peligrosos. Esa es la solución porque enviar a nuestra Flota Naval a Somalia o enrolar a soldados como marineros me parece un disparate por inviable e injusto. Y no me refiero, solo, a lo que costaría la operación sino a que, por la misma razón, tendríamos que mandar al Ejército para proteger a un empresario que se empeñara en construir tres bloques de pisos en la zona caliente de el Congo.
El problema no se resuelve utilizando las Fuerzas Armadas para que protejan a las empresas que decidan trabajar allí donde haya intereses económicos, aún a pesar de que el país esté sumido en un conflicto. Si actuáramos así no se yo lo que nos diferenciaría de esos piratas que tanto criticamos. De hecho somos nosotros, los buenos de la película, quienes navegamos sabe dios cuantas millas para ir a sus mares a robarles la pesca.
Vamos a lo nuestro, a pescar buenos atunes para venderlos a buen precio, pero también podríamos ir, incluso con nuestro Ejército, para ayudarles a que terminen con una guerra que ya dura décadas, alcancen la democracia y salgan de la pobreza. A lo mejor así se les acababa el chollo a los piratas y los atuneros pescaban sin sobresaltos.

lunes, 5 de octubre de 2009

Yo no soy tonto; ¿o sí?

Hasta hace poco afirmaba, como ese chaval del anuncio, que no soy tonto pero ya no estoy tan seguro. Mis convicciones se tambalean porque, a pesar de la mucha información de la que dispongo, no acabo de enterarme de lo que pasa y menos aún entenderlo. Miro alrededor y, por una parte, me tranquiliza que solo seamos cuatro, los justos para la excepción, quienes no aportamos recetas ni sabemos cómo podría resolverse esta crisis pero, por otra, también me fastidia quedar al margen y dudar de mi propia capacidad hasta el punto de que ni me atrevo, casi, a levantar la voz, pues cada vez es más difícil encontrar a alguién que no sepa cómo resolver este lio. Por uno que confiese que no sabría como acerlo aparecen mil que serían capaces de subirnos el sueldo, bajar los impuestos, acabar con el paro y hacer de España un país que, económicamente, crezca igual o más que Francia o Alemania.

Mi consuelo, que me da miedo porque también puede asimilarse al de los tontos, pasa por recordar que la realidad es una ficción que cualquiera puede comprobar leyendo los periódicos pero, contando con eso, asombra la facilidad con que la gente suele lanzarse al ruedo, sin dejar siquiera una puerta abierta a una verdad distinta, que nos obligue a elaborar ideas provisionales, no condicionadas ni preconcebidas, que luego, después de la reflexión, puedan ser modificadas o sustituidas por otras. Y, claro, uno también se cansa de tantos disparates, y tantas burradas, vestidas de sabiduría.
Una, la primera que oímos todos los días, es ese empeño por comparar a España con Alemania. Se nos ha olvidado, muy pronto, donde estábamos hace poco y, también, que nuestro objetivo, a mediados de los noventa, era conseguir un cremiento capaz de absorber una tasa de paro que, de aquella, doblaba la media europea. Y se consiguió pero, convendría no olvidarlo, con un modelo productivo basado en el exagerado crecimiento de la construcción, la precariedad laboral, los bajos sueldos de la emigración y los fondos de cohesión europeos. Por eso pienso que plantear, ahora, que la evolución de nuestra economía tenga que ser igual a la de Alemania no es que sea poco realista, es que sobrepasa lo imaginario y se convierte en ciencia ficción.

A mi, qué a pesar de las dudas todavía confio en no ser tonto del todo, se me ocurre que, hoy por hoy, no podemos exigir que España resista la comparación con Alemania pero, para quienes insisten en compararnos, quiero ponerles al tanto de que el Bundestag alemán, en mayo de 2006, aprobó un aumento del IVA del 16% al 19%. Aumento que entró en vigor en enero de 2007 y supuso la mayor subida de impuestos en la historia de la República Federal. Y, para que lo comprueben, les invito a que visiten las hemerotecas y constaten que la dura reforma fiscal alemana fue posible gracias al acuerdo entre los conservadores de la CDU y los socialistas del SPD. Acuerdo que parece impensable en la realidad política española.

España no es Alemania; no lo es en lo político y tampoco en lo económico. Carece de base industrial, tecnológica, competitiva y productiva. Somos un país enfocado al turismo y a la construcción que estaba creciendo gracias a esos factores y a un consumismo ocasional generado por créditos baratos y no por riqueza real. Claro que todo esto lo dice alguién que piensa que no es tonto y, a lo peor, si que lo es.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Deportes, raros, de verano

Ahora que casi se nos ha ido el verano se me ocurre que para inventar deportes raros no los hay como los ingleses. Lon ingleses, seguramente que por efecto del clima - diez días nublados y uno de sol- inventaron el sport: el fútbol, el críket, el polo y eso de correr prado abajo detrás de un queso o atravesar por el fango con una señora a cuestas. Pero, claro, no solo los ingleses tienen ingenio para inventar deportes nuevos, también nosotros inventamos. Y, cómo muestra, ahí están los partidos de solteros contra casados y el concurso de lanzamiento de azadón, en Jumilla, que ya va por la edición catorce y cuenta con unas categorias de participantes que son para ponerlas en un cuadro: machotes, marías, mozicos, chaches y zagalitos.

El ingenio español no tiene límites porque además de las animaladas que adornan las fiestas de no pocos pueblos también es nuestro el concurso de romper sandias con la cabeza; prueba organizada durante años en la localidad de Chinchilla y copiada por un país tan civilizado como Australia que es, en este momento, quien ostenta el record mundial, pues John Allwood, un joven australiano de 29 años, fue capaz, hace poco, de romper 40 sandias con la cabeza en apenas un minuto.

No debe extrañarnos que proliferen éstas y otras competiciones de lo más absurdo. Viene de largo que el ser humano quiera superarse y llegar cada vez más lejos. Por eso inventó la competición, para poner a prueba sus habilidades comparándolas con las de otros. Comparación en la que uno, además de salir perdiendo, queda con la moral por los suelos. No fue el caso que paso a comentarles porque hace ya ni se sabe que no estoy en edad de competir pero, tal vez por eso, no deja de maravillarme que el ser humano sea capaz de conseguir lo que nunca nadie hubiera imaginado. A las pruebas me remito porque no hubiera imaginado, ni en un sueño raro, que en Londres, San Francisco y Copenhague se celebre, desde hace años, el Masturbatón. Prueba que va por su novena edición y que, cómo su nombre indica, consiste en qué los concursantes se masturben de cara al público todo lo que humanamente puedan. Y vaya que si pueden porque el campeón actual, Masanobu Sato, que se desplazó desde Tokio para defender su título mundial, estuvo dándole al manubrio nada menos que durante 9 horas y 33 minutos. Una exageración, pienso yo. Un record que parece imposible y más cuando uno se entera de que los participantes son sometidos a un control antidoping que ríase usted del que pasan los ciclistas cuando corren el Tour de Francia. Nada de pastillas ni de hierbas o brebajes estimulantes; compiten limpios de polvo y paja.

Compiten cómo hay que competir. El secreto, según declaró a la prensa el afamado sex-coach Ed Ehrgott, entrenador del campeón actual, es mucho entrenamiento, esmerarse en el calentamiento previo, ir despacio y controlar la respiración. Siguiendo esas pautas, opina el señor Ehrgott que cualquiera puede llegar muy lejos, aunque no se yo si tanto como Flint Grasewood, que cuando eyaculó lo hizo a la impresionante distancia de 1,63 metros, alzándose con el título mundial en una de las disciplinas del campeonato pues no solo se compite en cuanto a la duración, también cuenta el estilo y la potencia final.

La prueba, cuentan las crónicas, fue seguida por un numeroso y entusiasta público lo cual demuestra, si no es que no estaba claro, que hay gente pa too.

Milio Mariño

domingo, 13 de septiembre de 2009

La crisis, de la industria del chiste, es cosa seria

Los sociólogos, y quienes estudian los comportamientos sociales, aun no han sido capaces de sacudirse ciertos prejuicios que mediatizan sus investigaciones hasta el punto de que solo se ocupan de lo que, equivocadamente, entienden por temas serios. Una limitación absurda que está privándonos de conocer estadísticas, y datos fiables, en cuanto a cómo y en qué medida la industria del chiste se ha visto afectada por esta crisis.

A falta de esos datos no cabe otra que recurrir a nuestro entorno y el resultado no puede ser más desolador pues son legión quienes afirman que este verano, nadie, ni siquiera ese amigo gracioso que todos tenemos, les ha contado un chiste.
Hace apenas un año no digo a diario pero, al menos, los viernes y los sábados, siempre te contaban alguno. Hubo épocas, incluso, cuando la economía estaba de cine, que no esperaban a verte para contarlo, te lo contaban por teléfono. No se desanimaban ni aunque insistieras diciendo que ya te lo habían contado. Te lo contaban igual. Y tenías que reirte, claro, porque queda feo poner cara de palo y más cuando todo el mundo sabe que quien disfruta realmente de los chistes es el que los cuenta, no quien los escucha.

El caso es que todo apunta a que la industria del chiste se ha visto especialmente afectada por esta crisis y si aun no han saltado las alarmas se debe, unicamente, a que, al no disponer de datos oficiales, no podemos saber con certeza cual ha sido el impacto real. Circunstancia a la que conviene añadir que se trata de una industria de muy difícil localización pues, al igual que yo, supongo que también ustedes se habrán preguntado dónde se fabrican los chistes.
Que se fabrican no caabe duda, ahora dónde sigue siendo un misterio. Especulaciones se hicieron muchas pero nunca se llegó a consenso alguno. Se habló del sur y de varias industrias que tendrían allí sus talleres de fabricación y hasta sus laboratorios de I+D, pero el hecho de que el mismo chiste, con algunas matizaciones, aparezca, al mismo tiempo en varios sitios a la vez dificulta su localización.

El asunto no es para reirse. Se me antoja tan serio cómo que si preguntáramos al Gobierno seguramente que tampoco sabría decirnos dónde se fabrican los chistes. Seguro que no lo sabe y para disimular nos despacharía diciendo que los tiempos no están para esas cosas. Yo no lo veo así. La historia es testigo de que los mejores chistes han provenido siempre de los lugares sumidos en la adversidad.
¿ Qué pudo haber pasado entonces para que, en España, un país que siempre ha sido lider, ya no se fabriquen chistes? ¿ Ha bajado tanto la demanda que las fábricas han cerrado o han solicitado EREs, como en el caso de la industria del automóvil o las empresas inmobiliarias ?

Plantearse estos interrogantes no es ninguna frivolidad pues el hecho de que la gente haya dejado de contar chistes arroja, posiblemente, más luz sobre nuestra situación real que los datos del PIB o las recomendaciones del Banco de España. Los chistes son el barómetro ideal para saber cómo van las cosas. Son el mejor indicador pues la industria del chiste precisa, incluso más que otras, de unas condiciones propicias - sociales, políticas, económicas y de actitud, para recuperar su actividad y volver a lo que fue. Así que bien podrían olvidarse de los brotes verdes y empezar a preguntar si en los bares y las tertulias, aunque sea timidamente, alguien ha vuelto a contar un chiste.

Milio Mariño

domingo, 6 de septiembre de 2009

Alargar la vida con vino

Mientras los torpes disfrutábamos del verano, los espabilados siguieron trajando sin tomarse un respiro para beber una caña y comer un pincho. Ni siquiera eso porque informaba el New York Times, hace poco, que allá por Wisconsin, haciendo experimentos con monos, los científicos habían conseguido lo que llevaban intentando desde mucho antes de que reinara Carolo. La formula para vivir cien años lo menos.

El experimento ha funcionado con monos pero ahora toca probarlo en los hombres, y supongo que también en las mujeres, pues no se puede asegurar con certeza que vayamos a responder como nuestros parientes peludos. Dicen que es muy probable, pero está por ver que seamos capaces de superar lo que han dicho que puede alargarnos la vida: comer el 30 por ciento de lo que normalmente comemos.

Pues vaya invento ese de pasar hambre para vivir más tiempo. Algo así debieron pensar los científicos, pues convencidos de la dificultad que supondría, para los que vivimos en el mundo rico, prescindir del 70 por ciento de lo que comemos a diario, comenzaron a trabajar en una droga que nos permita seguir comiendo lo mismo y que el cuerpo solo asimile un tercio. Es decir que la clave pasa por encontrar un atajo químico que sea capaz de prolongarnos la vida sin que tengamos que renunciar a una buena fabada o un plato de "berces con tucu". Cosa que parece harto difícil, pero como la ciencia no tiene limites, después de probar vaya usted a saber que potingues, los sabios llegaron a la conclusión de que lo más eficaz es el resveratrol, una sustancia, muy presente en el vino tinto, que consigue activar los sirtuinos; protínas que forman parte de los organismos simples y tienen el poder de regular el nivel energético de las células.

Ya sé lo que están pensando. Que si los científicos consiguieron alargar la vida de los monos dándoles de comer a porrillo y regando sus comidas con buen vino de California se ha obrado el milagro porque ustedes podrán hacer lo que quieran, pero yo paso de esperar por esas pastillas y empiezo, desde ya mismo, a darme homenajes con vistas a vivir cien años.

Ni más ni menos. Lo malo que como todo no iban a ser buenas noticias, el punto negativo lo puso la Agencia de Alimentación y Medicamentos de los Estados Unidos ( la Foot and Drug Administration) que pasa olimpicamente de las investigaciones porque considera que la vejez no es una enfermedad. Y en esa línea están los biólogos evolucionistas, para los cuales pretender burlar el envejecimiento sería un disparate. Argumentan que la selección natural de la especie ni se preocupa por la longevidad, que lo suyo, y lo normal, es la fecundidad.

También alegan que prolongar la esperanza de vida en un laboratorio tiene escaso mérito, pues lo verdaderamente importante es vérselas con la célula humana, mucho más sofisticada, arriesgada y expuesta a complicaciones. La vejez, dicen, es el precio que pagamos por la alta especialización de nuestras células.

Total que la cosa no está nada clara. Hay quien da por conseguido que podamos aumentar nuestra esperanza de vida y hay quien tiene sus dudas. Si nos atenemos a cómo parece que los científicos lo consiguieron, dándole al morapio y pasándoselo pipa con los monos de Wisconsin, resulta poco creíble. De todas maneras, a las malas, si no conseguimos alargar la vida comiendo lo que nos apetezca y bebiendo buen vino, hacerla más divertida seguro.

Milio Mariño

viernes, 4 de septiembre de 2009

El enfado como estilo político

Vuelve septiembre y sigo a vueltas con algo a lo que ya me referí hace semanas y en lo que insisto por ese empecinamiento que evidenciamos los testarudos. Y también, todo hay que decirlo, porque hubo quién me paró en la calle y me acusó de ser excesivamente parcial cuando escribo de la política y los políticos. No se lo tomé en cuenta; supongo que tendrá razón. Los imparciales, todos los que presumen de ser, siempre, objetivos y aquellos que manifiestan que les da igual quien gobierne, suelen proclamarse neutrales pero ponen velas a diario para que gobiernen los suyos. Aspiración que considero legítima y que nunca entenderé cómo es que la ocultan cuando, además, se les nota muchísimo.

Presumir de imparcial, de ser, siempre, objetivo y de mantener una postura equidistante entre la izquierda y la derecha, lejos de situar, a quién lo proclama, en el centro, lo escora del lado diestro en su posición más extrema. Así que nunca entenderé por qué los hay que se disimulan a si mismos, y enseñan la patita blanca, cuando todos sabemos del pie que cojean. Debe ser cuestión de estilo. Un estilo que no comparto, entre otras cosas, porque me parece más honesto que cada cual diga lo que piensa sin vestirlo de una supuesta imparcialidad con la que, tratando de cubrir sus espaldas, suelen quedar con el culo al aire.

Reconozcámoslo, o no, todos somos más parciales que imparciales. Dicho esto voy a lo que iba cuando advertía que mi testarudez me llevaba a insistir sobre lo dicho; sobre la tristeza de una clase política que ha vuelto a suspender, en septiembre, esa asignatura que lleba sin aprobar ni se sabe: la falta de estilo.

El estilo, no está por demás recordarlo, es un modo peculiar de conducta que huye de la moda y se asienta en los cimientos de la elegancia. Una elegancia de la que no hacen gala la mayoría de nuestros políticos porque ser elegante supone renunciar a lo ocasional, lo pintoresco, el accidente o el chascarrillo, para conducirse de forma sobria, rigurosa y, al mismo tiempo, amable.

Por eso digo, y aquí tal vez vuelvan a acusarme de parcialidad, que no es elegante que en el PP abunden las caras largas, los malos modos y esa especie de odio y desafio permanente del que tanto presumen cuando hacen declaraciones a cualquier medio.

Viene de largo que el PP utilice el enfado contra todos los que no son de su cuerda. Es costumbre que, cuando están en la oposición, utilicen la agresividad y no les duelan prendas a la hora de implicar a las más altas instituciones del Estado, incluido la utilización del terrorismo con fines partidistas. Lo hicieron en la legislatura pasada, alentando y sosteniendo sospechas falsas sobre el 11-M, y han vuelto a las andadas ahora que se han dado cuenta de que tienen a más de cien cargos políticos imputados por corrupción.

El truco es tan viejo, y tan vulgar, que causa sonrrojo que vuelvan a usarlo. En política, y en la vida, el enfado es una maniobra intimidatoria que parte del supuesto de que, quién se muestra enfadado, intimida a su interlocutor de modo que siempre se arruga un poco. La táctica es tan primitiva que ya la utilizaban los que llegaban a su casa a las tantas, con dos copas de más, y se ponían a echar pestes contra todo para que la parienta no les preguntara de dónde venían ni que habían hecho para llegar a esas horas.

Milio Mariño