miércoles, 21 de octubre de 2009

Educación para la ciudadanía maleducada, de derechas

Si nos atenemos a lo sucedido estos últimos años, el Día Nacional de España debería incluir en su programa de actos un apartado dedicado al abucheo y los silbidos contra el Presidente de Gobierno, cuando éste sea de izquierdas. Sería lo más apropiado porque anda que no habará días para darle un repaso sonoro a quién sea el que gobierne, pero los maleducados, de derechas, no ven ocasión mejor para expresar su descontento que alterar la atmósfera de civismo y democracia que requiere la Fiesta Nacional y la unión de un pueblo en torno a sus símbolos, su ejército y su bandera.
Lo peor de todo es que, quienes acostumbran a dar el cante en fecha tan señalada, lo hacen presumiendo de ser más patriotas y más españoles que nadie. Patriotas de pacotilla, claro está, porque confunden la educación, el respeto y las buenas maneras con la nostalgia por lo vivido en otras épocas, de modo que cuando oyen una corneta vuelven al mando en plaza y se olvidan de que vivimos en democracia.
Así estamos, treinta años después de aquel ruido de sables. Y lo cierto es que algunos, bastantes, disfrutaron con el espectáculo. Se rieron para sus adentros, o incluso para sus afueras, y lo pasaron que no les cabía la ropa en el cuerpo viendo como, desde detrás mismo de la tribuna de personalidades, se abucheaba al Presidente y se aplaudía a la cabra. Animal que no digo que no lo merezca pero que seguramente recibió los aplausos por esa afición suya, compartida por los que aplaudían, de tirarse al monte a las primeras de cambio.

Habrán entendido supongo, y si no es así lo aclaro, que cuando me refiero a los maleducados de derechas antepongo la conducta a la ideología. Los maleducados constituyen, por si mismos, una caterva sin siglas que puede arruinar el buen nombre de partido político, asociación o lo que sea a lo que se arrimen. Y como quiera que, en este caso, se arrimaron a la derecha, opino que no le hicieron ningún favor sino todo lo contrario.
Con los maleducados, vengan de donde vengan, hay que tener cuidado. Decía Thomas de Quincey que el asesinato o el robo, en si mismos, son una menudencia comparado con el proceso que desencadenan, pues si alguién es capaz de robar seguramente que también beberá en exceso, dejará de acudir a la iglesia y llegará a un punto sin retorno, y sin enmienda, en el que ya nada le infunda respeto, pierda los modales, olvide las buenas maneras y no le importe hurgarse la nariz, sober la sopa o rascarse, públicamente, la entrepierna.
Asombra por su vigencia la sabia apreciación del escritor británico. Tiene más razón que un santo. Y la prueba que lo confirma es el espectáculo que están dando los que aparecen en el sumario de la trama Gürtel, una trama en la que figuran como implicados más de una docena de cargos públicos y políticos de derechas. Ya ven ustedes que diálogos, que cosas se dicen, que motes se ponen y como se tratan cuando creen que nadie los oye. Aúnque salieran todos absueltos, que no lo creo, deberían ser condenados por horteras y maleducados.
Dice Savater, y estoy de acuerdo, que nacemos humanos pero que, en realidad, no lo somos hasta que no nos educamos. Educación es lo que hace falta y, a lo mejor, no tanto en conocimientos, sino en relación con la vida, la democracia, las instituciones y el respeto a los ciudadanos.

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