viernes, 30 de octubre de 2009

El elogio del sinvergüenza

El elogio del sinvergüenza no es como ese otro que hay en Gijón, no tiene horizonte ni se levanta en un cerro esculpido por la mano de un artista; es de palabra y campa a sus anchas por toda la geografía patria. Es, sigue siendo, monumental a pesar del asombro que causan las evidencias pues, mientras en el Congreso debatían sobre los Presupuestos, la policía tomaba al asalto un Ayuntamiento, El Ejido, donde otro sirvengüenza, hasta ahora desconocido, ha estafado, presuntamente, 150 millones por el procedimiento de poner baldosas a 3.000 euros.
Menuda racha; vaya si tienen tajo los fiscales, jueces y policías: Gürtel en medio país, Millet en Barcelona, Matas en Mallorca, Marbella, El Ejido, Santa Coloma y a saber cuantos más.
Viendo el panorama la tentación podría ser despacharnos a voz en grito y decir que ya está bien de sinvergüenzas pero, sin que me proponga llevarles la contraria, solicito una mirada más amplia y reflexión en toda regla sobre si esos políticos, y cargos públicos, que señalamos con el dedo, son una especie en si mismos o forman parte de un país, el nuestro, cuya población no imputada merecería estarlo en no pocos casos.
Tendríamos que cambiar mucho para que, lo que está sucediendo, fuera la excepción. Para que dejáramos de ser diferentes por algo que nos diferencia a peor.
Mientras criticamos que nos suban los impuestos seguimos presumiendo de saber hacer trampas para pagar menos. Seguimos aplaudiendo a quien dice que defrauda a Hacienda y lo felicitamos por listo. Y no solo eso también cuentan con nuestro aplauso los que se cuelan en el cine o el autobús, roban en las tiendas y hacen trampas para ver gratis la televisión de pago.
No me olvido de los que nunca exigen factura al fontanero, al dentista, al que hace la chapuza, ni a nadie que les diga si quieren ahorrarse el importe del IVA.
No, no crean que solo va de reproches ajenos, yo mismo, a qué negarlo, he incurrido alguna vez en alguna de las conductas que ahora denuncio. Podría decir lo contrario, el papel puede con todo, pero sería tanto como faltarles al respeto y faltarmelo a mi mismo.
La lista de denuncias, o de reproches, llamenlo como quieran, podría ser mucho más amplia. Podría incluir a quienes pasean al perro y vuelven a casa dejando su mierda en la acera, se quejan de lo que valen los pisos y pagan una millonada en negro, o se presentan en la escuela y ponen de chupa domine al maestro que castigó a su hijo. También incluyo a esos Ayuntamientos, no pocos, que para aprovechar el plan E del Gobierno vuelven a pavimentar una acera que habían pavimentado hace poco, a los caseros que suben la renta aprovechando la subvención de los alquiles o a los concesionarios de coches que hacen trampa con las ayudas.
Para la mayoría el sirvengüenza sigue siendo el listo y el honrado el tonto. Es lo que hay, de ahí que siga vigente aquella famosa frase de que aquí el que no se aprovecha es porque no puede.
Mientras esa frase funcione de boca en boca y los sinvergüenzas sigan siendo elogiados por sus "hazañas", servira de poco, o de nada, que los fiscales, los jueces y la policía trabajen a destajo contra la corrupción y la estafa.

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