domingo, 13 de septiembre de 2009

La crisis, de la industria del chiste, es cosa seria

Los sociólogos, y quienes estudian los comportamientos sociales, aun no han sido capaces de sacudirse ciertos prejuicios que mediatizan sus investigaciones hasta el punto de que solo se ocupan de lo que, equivocadamente, entienden por temas serios. Una limitación absurda que está privándonos de conocer estadísticas, y datos fiables, en cuanto a cómo y en qué medida la industria del chiste se ha visto afectada por esta crisis.

A falta de esos datos no cabe otra que recurrir a nuestro entorno y el resultado no puede ser más desolador pues son legión quienes afirman que este verano, nadie, ni siquiera ese amigo gracioso que todos tenemos, les ha contado un chiste.
Hace apenas un año no digo a diario pero, al menos, los viernes y los sábados, siempre te contaban alguno. Hubo épocas, incluso, cuando la economía estaba de cine, que no esperaban a verte para contarlo, te lo contaban por teléfono. No se desanimaban ni aunque insistieras diciendo que ya te lo habían contado. Te lo contaban igual. Y tenías que reirte, claro, porque queda feo poner cara de palo y más cuando todo el mundo sabe que quien disfruta realmente de los chistes es el que los cuenta, no quien los escucha.

El caso es que todo apunta a que la industria del chiste se ha visto especialmente afectada por esta crisis y si aun no han saltado las alarmas se debe, unicamente, a que, al no disponer de datos oficiales, no podemos saber con certeza cual ha sido el impacto real. Circunstancia a la que conviene añadir que se trata de una industria de muy difícil localización pues, al igual que yo, supongo que también ustedes se habrán preguntado dónde se fabrican los chistes.
Que se fabrican no caabe duda, ahora dónde sigue siendo un misterio. Especulaciones se hicieron muchas pero nunca se llegó a consenso alguno. Se habló del sur y de varias industrias que tendrían allí sus talleres de fabricación y hasta sus laboratorios de I+D, pero el hecho de que el mismo chiste, con algunas matizaciones, aparezca, al mismo tiempo en varios sitios a la vez dificulta su localización.

El asunto no es para reirse. Se me antoja tan serio cómo que si preguntáramos al Gobierno seguramente que tampoco sabría decirnos dónde se fabrican los chistes. Seguro que no lo sabe y para disimular nos despacharía diciendo que los tiempos no están para esas cosas. Yo no lo veo así. La historia es testigo de que los mejores chistes han provenido siempre de los lugares sumidos en la adversidad.
¿ Qué pudo haber pasado entonces para que, en España, un país que siempre ha sido lider, ya no se fabriquen chistes? ¿ Ha bajado tanto la demanda que las fábricas han cerrado o han solicitado EREs, como en el caso de la industria del automóvil o las empresas inmobiliarias ?

Plantearse estos interrogantes no es ninguna frivolidad pues el hecho de que la gente haya dejado de contar chistes arroja, posiblemente, más luz sobre nuestra situación real que los datos del PIB o las recomendaciones del Banco de España. Los chistes son el barómetro ideal para saber cómo van las cosas. Son el mejor indicador pues la industria del chiste precisa, incluso más que otras, de unas condiciones propicias - sociales, políticas, económicas y de actitud, para recuperar su actividad y volver a lo que fue. Así que bien podrían olvidarse de los brotes verdes y empezar a preguntar si en los bares y las tertulias, aunque sea timidamente, alguien ha vuelto a contar un chiste.

Milio Mariño

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