domingo, 27 de septiembre de 2009

Deportes, raros, de verano

Ahora que casi se nos ha ido el verano se me ocurre que para inventar deportes raros no los hay como los ingleses. Lon ingleses, seguramente que por efecto del clima - diez días nublados y uno de sol- inventaron el sport: el fútbol, el críket, el polo y eso de correr prado abajo detrás de un queso o atravesar por el fango con una señora a cuestas. Pero, claro, no solo los ingleses tienen ingenio para inventar deportes nuevos, también nosotros inventamos. Y, cómo muestra, ahí están los partidos de solteros contra casados y el concurso de lanzamiento de azadón, en Jumilla, que ya va por la edición catorce y cuenta con unas categorias de participantes que son para ponerlas en un cuadro: machotes, marías, mozicos, chaches y zagalitos.

El ingenio español no tiene límites porque además de las animaladas que adornan las fiestas de no pocos pueblos también es nuestro el concurso de romper sandias con la cabeza; prueba organizada durante años en la localidad de Chinchilla y copiada por un país tan civilizado como Australia que es, en este momento, quien ostenta el record mundial, pues John Allwood, un joven australiano de 29 años, fue capaz, hace poco, de romper 40 sandias con la cabeza en apenas un minuto.

No debe extrañarnos que proliferen éstas y otras competiciones de lo más absurdo. Viene de largo que el ser humano quiera superarse y llegar cada vez más lejos. Por eso inventó la competición, para poner a prueba sus habilidades comparándolas con las de otros. Comparación en la que uno, además de salir perdiendo, queda con la moral por los suelos. No fue el caso que paso a comentarles porque hace ya ni se sabe que no estoy en edad de competir pero, tal vez por eso, no deja de maravillarme que el ser humano sea capaz de conseguir lo que nunca nadie hubiera imaginado. A las pruebas me remito porque no hubiera imaginado, ni en un sueño raro, que en Londres, San Francisco y Copenhague se celebre, desde hace años, el Masturbatón. Prueba que va por su novena edición y que, cómo su nombre indica, consiste en qué los concursantes se masturben de cara al público todo lo que humanamente puedan. Y vaya que si pueden porque el campeón actual, Masanobu Sato, que se desplazó desde Tokio para defender su título mundial, estuvo dándole al manubrio nada menos que durante 9 horas y 33 minutos. Una exageración, pienso yo. Un record que parece imposible y más cuando uno se entera de que los participantes son sometidos a un control antidoping que ríase usted del que pasan los ciclistas cuando corren el Tour de Francia. Nada de pastillas ni de hierbas o brebajes estimulantes; compiten limpios de polvo y paja.

Compiten cómo hay que competir. El secreto, según declaró a la prensa el afamado sex-coach Ed Ehrgott, entrenador del campeón actual, es mucho entrenamiento, esmerarse en el calentamiento previo, ir despacio y controlar la respiración. Siguiendo esas pautas, opina el señor Ehrgott que cualquiera puede llegar muy lejos, aunque no se yo si tanto como Flint Grasewood, que cuando eyaculó lo hizo a la impresionante distancia de 1,63 metros, alzándose con el título mundial en una de las disciplinas del campeonato pues no solo se compite en cuanto a la duración, también cuenta el estilo y la potencia final.

La prueba, cuentan las crónicas, fue seguida por un numeroso y entusiasta público lo cual demuestra, si no es que no estaba claro, que hay gente pa too.

Milio Mariño

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