lunes, 28 de noviembre de 2011

Un broche de estupidez

Milio Mariño

El artículo de esta semana no era el que están leyendo, era otro que tenía casi acabado pero hice una pausa para tomar un café y, mientras lo tomaba, oí por la radio un resumen de los acuerdos del Consejo de Ministros del viernes pasado. No sólo me supo mal el café sino que me entró un no sé qué por el cuerpo que cuando volví al ordenador me cargué lo que tenía escrito y empecé de nuevo. No podía creer lo del indulto al consejero delegado del Banco de Santander, Alfredo Sáenz. Me parecía la decisión más estúpida que había visto tomar a un gobierno desde que tengo uso de razón democrática.

Vilezas y felonías las cometen todos los gobiernos, pero lo que más me asombraba era que no trataran de disfrazarlo o encubrirlo, lo cual significaba que tenían conciencia de que habían hecho lo debido. Me venía a la memoria aquella actitud de desdén y soberbia de Felipe González al final de su último mandato y de su imagen pasaba a la de José Maria Aznar y lo recordaba chulesco y despreciativo, haciendo muecas con su bigote como un conejo ofendido. Se salvaba José Luís que, en mi opinión, había aceptado con humildad ser criticado por muchas cosas que hizo mal, por otras que no hizo y hasta por el volcán que surgió en la isla del Hierro.

Recordaba que la estupidez, la patanería y el señoritismo son actitudes que abundan y se hacen visibles en el comportamiento de muchos políticos. Con todo, me costaba creer que pudieran sentarse a la mesa quince, dieciséis o los ministros y ministras que se hubieran sentado este viernes y que ninguno, ni ninguna, fuera capaz de detener un proyecto absurdo, una ley injusta o una iniciativa idiota como la del indulto.

Estaba asombrado pensando en la extraña capacidad de contagio que contienen las necedades y los disparates. Y se me ocurrió, entonces, que venía al pelo lo que respondió Churchil cuando le dijeron que Lindbergh había cruzado el Atlántico volando solo y sin hacer escalas: «No veo nada de particular en que un hombre solo consiga hacer lo que hizo, lo extraordinario habría sido que lo hubieran logrado varios juntos».

En este caso no ha sido, solo, el piloto, ha sido el piloto y el Consejo de Ministros en pleno los que han logrado una estupidez que implica una total incapacidad de análisis y razonamiento sobre lo ocurrido el domingo pasado y un desprecio sin precedentes por quienes defienden una ideología política que no entiende el chalaneo con los delincuentes poderosos, el trapicheo de favores y la relativización de los delitos cuando se trata de gente importante. Una ideología que defiende una noción de justicia que sea la misma para todos.

Seguramente soy un ingenuo pero reconozco que me sorprendió que un gobierno que ha sido tan proclive a las estupideces, sobre todo a las ineficaces, aún le pareciera que había cometido pocas y aprovechara que está en funciones para cerrar la legislatura con un broche de estupidez que viene a ser como un golpe de gracia en la moral y la conciencia de sus electores.

Es evidente que las elecciones se ganan o se pierden el día que se celebran, pero ese día viene condicionado por lo que se ha hecho antes y hasta puede verse refrendado por lo que se hace después.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / La Nueva España

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