lunes, 5 de diciembre de 2011

El chollo chino

Milio Mariño

Por alguna razón misteriosa, de esas que nos hacen repetir una frase tonta aunque nos produzca sonrojo, circulan desde hace tiempo una serie de historias sobre los chinos de los negocios que, a fuerza de oírlas, se han convertido en certezas. Poco importa que algunos intentemos racionalizar esos bulos y reconducirlos de forma sensata. Al final claudicamos y acabamos encogiéndonos de hombros, incapaces de aportar argumentos que logren rebatir la supuesta inmortalidad de los chinos, basada en que nadie ha visto nunca un entierro, la ausencia de gatos y perros en las inmediaciones de sus negocios y eso de que no pagan impuestos, abren sin licencia y se les exige menos que a cualquier compatriota nuestro que quiera poner un quiosco.

Los chinos de los negocios tienen mala prensa pero también muchos clientes. Gente que compra y luego los pone de vuelta y media. Es más, si a uno se le ocurre decir que no será para tanto, nos abruman con nuevos datos. Apelan a que nadie ha visto, nunca, a un chino en la cola del paro y empiezan a contar comercios que han cerrado y negocios chinos que han abierto, sin que los expertos consigan explicar el truco de que los chinos hagan rentable lo que para nosotros es una ruina.

Comentarios de este tipo abundan en cualquier tertulia, pero esta semana se han recrudecido, llegando a la indignación, cuando se conoció la noticia de que los chinos de los negocios se habían manifestado en Madrid pidiendo no ser discriminados y exigiendo las mismas condiciones de trato que los comerciantes españoles.

Los organizadores de la protesta aseguraron que habían logrado reunir a más de 400 chinos, pero la Policía Municipal, demostrando que les dispensa el mismo trato que al resto de manifestantes, rebajó la cifra situándola en torno a 300. Lo cual no tiene mayor importancia porque lo que causó asombro no fue el número, fue que se atrevieran a manifestarse, y a exigir que les apliquen las leyes españolas, quienes, en sus negocios, se rigen por la legislación china en cuanto a salario y condiciones de trabajo.

Ese es el truco, no las falsas leyendas de que no pagan impuestos o abren sin licencia. La clave son los horarios, los precios baratos y unos empleados que nadie sabe las horas que trabajan ni lo que ganan. Eso es lo que ha hecho que los negocios de los chinos sean un éxito para sus promotores y un quebradero de cabeza para la competencia, que debería centrar sus quejas en que, lo que dice la ley, es de obligado cumplimiento para cualquier empresario, sea chino, español o rumano.

El chollo de los chinos de los negocios es pagar el salario que quieran, horario el que les apetezca, despido cuando les venga en gana y unas condiciones de trabajo que las impone el dueño. Más o menos lo que reclaman los empresarios españoles para crear empleo y que la economía prospere. Eso quieren, quieren que seamos chinos en el trabajo y españoles a la hora de gastarnos los cuartos. Pero, claro, con un salario de todo a cien es imposible que luego gastemos mil. Alguien debería decírselo porque si no podemos gastarnos mil, a ver quien paga la hipoteca, se compra un coche o sale a tomar un vino. Para los empresarios, como para los chinos, será un chollo, pero para el país es una ruina.

No hay comentarios: