lunes, 14 de noviembre de 2011

Rajoy, Rubalcaba, la lechera y el lobo

Milio Mariño

Hay un partido que insiste en la idea de que es necesario un cambio. No hace falta que insista, estamos de acuerdo, pero sorprende que el cambio solo consista en cambiar al gobierno. De las cosas que nos preocupan no cambia nada, con cambiar al gobierno lo arregla todo. Bueno, cambiándolo y haciendo que baje el paro que, al parecer, bajará cuando haya un gobierno nuevo. Y, entonces, si baja el paro, habrá más gente trabajando, el gobierno tendrá más dinero y nosotros podremos seguir teniendo Seguridad Social, pensiones, escuelas y todo lo que tenemos.

Así de sencillo. Hasta un tonto lo entiende. Lo malo que los tontos suelen ser desconfiados y es difícil convencerlos. Se convence mejor a los listos. Los listos oyen el cuento de la lechera y no hacen preguntas, sacan papel y lápiz y se ponen a calcular las ganancias. Ya saben: como la leche es buena dará mucha nata. Batiré bien la nata hasta que se convierta en una mantequilla blanca y sabrosa que me pagarán muy bien en el mercado. Con el dinero compraré un canasto de huevos y en cuatro días tendré la granja llena de polluelos. Cuando los polluelos crezcan los venderé a buen precio, y con el dinero que saque…

Eso dice el partido que pide el cambio, que por lo visto ha recurrido a Esopo suprimiendo, a propósito, el final del cuento. El otro partido, no sé yo si por efecto de alguna moda o porque sus ideólogos y asesores estudiaron en el mismo colegio que los del partido que lleva como programa el cuento de la lechera, también ha echado mano de Esopo. También ha recurrido al celebre fabulista griego que fue asesinado después de una acusación falsa de robo.

Este otro partido insiste en la advertencia de qué viene el lobo. Y, para no ser menos que su rival político, solo menciona la primera parte del cuento. Pero el cuento, que no es muy largo, hay que leerlo entero.

Un pastor estaba guardando su rebaño no muy lejos del pueblo y pensó que sería divertido gastar una broma y asustar a los vecinos diciendo que lo atacaban los lobos. Así que empezó a gritar: “¡Que viene el lobo! ¡El lobo!” … Y, cuando los vecinos llegaron a toda prisa, se rió de sus temores. Repitió la broma varias veces y los vecinos, que siempre habían acudido, vieron que acudían en balde. No obstante, un día, vino el lobo y el pastor gritó: “¡Que viene el lobo!” Pero la gente estaba tan harta de oír siempre lo mismo que nadie le hizo caso ni corrió en su ayuda.

Las fabulas de Esopo, en uno y otro caso, están bien traídas, el problema para nosotros es que ambas se harán realidad en la parte que los partidos ocultan. La lechera, cuando tenga en la cabeza el cántaro del gobierno, tropezará con esa piedra que llaman crisis y sus sueños rodarán por el suelo hasta hacerse añicos y convertirse en pesadillas.

No les irá mejor a los otros. Los que echaron mano de la otra fábula para avisarnos de que viene el lobo, quizá se consuelen al comprobar que esta vez era verdad, pero será un triste consuelo pues verán como el lobo se come a las ovejas y no podrán evitar el remordimiento de que ha sido por su culpa.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / La Nueva España

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