lunes, 31 de enero de 2011

Ser hijo de Pe o de Perende

Milio Mariño

Vaya por delante que tanto me da que me da lo mismo que Bardem y Penélope Cruz hayan tenido un hijo en Estados Unidos, como que hubieran comprado una caseta de aperos en San Martín de los Pimientos. No deja de sorprenderme que escogieran la clínica Cedars Sinai, de Baberly Hills, antes que un hospital de nuestro servicio público de salud o, en su defecto, la Ruber Internacional de Madrid. Pero, de todas maneras, no creo que por tener un hijo en Alcobendas, o en Baberly Hills, se sea más o menos español. La cosa no va por ahí. Tampoco va en el sentido de aprovechar el parto para decir, como dijeron algunos, que mucho apoyar a ZP, pero mejor ponerse a cubierto de los hospitales de Leire Pajin.

A este respecto, lo tengo claro. Cada cual puede hacer con su vida lo que quiera y con su dinero lo que le de la real, o república, gana. Otra cosa es cuando alguien va por el mundo dándoselas de colega y presumiendo de aborrecer la ostentación del sistema capitalista. Cuando se presume de pensar así hay que aguantar el tipo. No vale que luego, a las primeras de cambio, se haga lo que hacen los pijos más pijos.

Dicho lo dicho, insisto en qué lo de Pe, Bardem y el hijo americano, es una gacetilla a la que no le hubiera dedicado una línea si no fuera que las noticias, a veces, toman conciencia y se juntan para hacernos ver que vivimos en un mundo tremendamente injusto. Tan injusto como que ese derroche de dar a luz en la clínica más cara y lujosa del mundo vino a coincidir con las 261 denuncias de niños robados y con el anuncio de que puede haber 300.000 casos de niños que fueron arrebatados a sus madres para venderlos y hacer negocio.

La coincidencia nos lleva a imaginar la situación tan extremadamente distinta de una madre rodeada de lujo y comodidades y la de aquellas madres que solo pedían que les dejaran ver a sus hijos, que según las monjas, el cura y el médico, habían muerto, y recibieron por respuesta que si insistían en su propósito tendrían que vérselas con la Guardia Civil. Y nos lleva a reflexionar también sobre las penalidades y el miedo que tuvieron que padecer quienes durante muchos años, aquí en nuestro país, fueron considerados menos personas, simplemente, por qué no tenían dinero.

Habría que preguntarse por qué unos hechos tan terribles han tardado tanto tiempo en salir a la luz y por qué sigue habiendo jueces que se niegan a iniciar una causa penal, hurtando a las víctimas lo que, a estas alturas, es solo un victoria moral sobre la injusticia y el miedo.

Llama la atención como, algunos, se han apresurado a decir que el robo de aquellos niños carecía de motivación ideológica, que no fue cosa del franquismo, que su motivación fue solo económica.

No entiendo semejante advertencia. No la entiendo porque tanto en el caso del niño que nace en la Cedars Sinai, de Baberly Hills, como en el de aquellos que nacieron en la pobreza y fueron arrebatados a sus madres, para luego venderlos, no deberíamos establecer una ética de izquierdas y otra de derechas. La ética que corresponda, y sea exigible, debería ser independiente al respecto de la perspectiva desde la que se observe.

Milio Mariño / La Nueva España / Artículo de Opinión

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