lunes, 3 de enero de 2011

Otro año de garrafón

Milio Mariño

Suele suceder que cuando uno se hace mayor, y echa la vista atrás, se marea de lo rápido que pasan los años. Pasan tan rápido que llega un momento en el que ya no los medimos por su duración, sino que únicamente la sentimos. No sé si a los cuarenta y tantos o los cincuenta y muchos, pero, por alguna razón misteriosa, los años dejan de ser una cuestión matemática para convertirse en algo subjetivo y variable que unas veces transcurre deprisa y otras despacio; unas veces parece que los aprovechamos y les sacamos partido, y otras que, simplemente, los dejamos pasar.

El tiempo corre que se las pela y como resulta, además, que uno cumple sus años el día primero de enero, estoy que no paro, a vueltas con si ya seré viejo o si todavía estaré en la juventud de la vejez. Acabo de subirme al segundo peldaño de los sesenta y al vértigo de estar tan alto he sumado lo que he leído que dice el Pew Research Center, un centro americano de investigación similar al CIS español.

Dice, lo dijo en diciembre, el Pew Research Center que el primer día de 2011 se produciría un acontecimiento generacional de trascendencia histórica, pues el más viejo de la generación del «baby boom» cumpliría 65 años en esa fecha.

Los americanos llaman «baby boom» a lo que, aquí, llamamos la generación de mayo del sesenta y ocho, la última que tuvo pretensiones de transformar el mundo y a la que, ahora y desde hace unos años, quieren endosar buena parte de las culpas por los desastres de nuestra época.

Agradezco al PR Center que sitúe el comienzo de la vejez en los 72 años -todavía me faltan diez- pero no estoy de acuerdo con lo que dice de los sesentones. No lo estoy porque, según ellos, somos los más pesimistas e insatisfechos de todos los grupos de edad. Actitud que, a su juicio, es consecuencia de haber vivido en la abundancia; de ahí que adoptemos la actitud más crítica al respecto de la crisis actual y que, aunque todavía nos consideremos progres, tolerantes y poco religiosos, nos estemos volviendo conservadores.

Me hizo gracia eso de que protestamos porque somos hijos de la abundancia. Será en los Estados Unidos, porque aquí, los que en mayo del sesenta y ocho teníamos 18 o 19 años, ya dábamos el callo como hombres de pelo en pecho. Un servidor, sin que pretenda servir de ejemplo, acababa de terminar Preu y trabajaba en una fábrica. Y era de los afortunados porque la mayoría de mis amigos ya habían dejado los estudios y trabajaban a destajo para ayudar en casa y poder gastar veinte duros los domingos.

Aquella generación, que quiso transformar el mundo y, en nuestro caso, fue protagonista de la transición, opinan los americanos que al igual que en su día marcó la cultura adolescente y juvenil, es más que probable que también redefina el futuro de la vejez. La previsión, al parecer, es que los de mayo del sesenta y ocho seguirán dando guerra. Eso dicen los americanos. Y lo dicen como un reproche, como si ya estuvieran de nosotros hasta las pelotas. Estarán, no digo que no, pero que pronostiquen y, por lo visto, teman que los sesentones sigamos dando caña confirma que el 2011 será otro año de garrafón. Otro año malo en lo económico; y en lo social, todavía peor.

Milio Mariño / La Nueva España/ Artículo de Opinión

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