Aunque uno se enfrente a la página en blanco con la relajación del que sabe que sus artículos no serán trending tropics, fastidia volver a escribir de la crisis por más que siga copando las portadas de los periódicos. La actualidad, a fuerza de repetirse, se espesa y aburre. De modo que, para no aburrirles, recurro a una frase que no sé si es refrán o sentencia pero puede servirnos para hablar de lo mismo sin darles el timo de contar lo que ya dijimos cambiando algunas palabras.
La frase hacía tiempo que no la oía, por eso que mientras estaba en una terraza me sorprendió que una señora, a mi lado, dijera de no sé quién, que era más listo que el hambre.
Pido disculpas si esperaban algo más trascendente. La frase no es que se use mucho pero, por lo oído, sigue diciéndose y no me extrañaría que volviera a recuperar su vigencia a pesar de que pertenece a los tiempos del Lazarillo de Tormes.
Estoy con ustedes en qué lo dicho no destaca por su originalidad ni, tampoco, porque resulte peyorativo. Al contrario, cuando decimos algo así queremos decir que la persona es muy lista o más lista de lo normal. De modo que no fue eso lo que me llamó la atención, lo que me llamó la atención y me hizo pensar fue que, a día de hoy, sigamos tomando el hambre como unidad de medida. Es decir que lejos de haber desaparecido está volviendo a recuperar terreno la creencia de que no hay nada que haga aguzar el ingenio como el hambre y la necesidad. Desconozco si ese nuevo rebrote surge como reproche al Estado de Bienestar o para justificar su desaparición pero vuelve a sonar con fuerza que quienes sufren hambre y miseria se las ingenian para ser más listos y salir adelante.
Resulta evidente que los hay que piensan que el hambre no es una oquedad en el estómago, es el mejor estímulo para alcanzar la excelencia en cualquier disciplina del arte y también, como no, para que los humildes puedan triunfar. Para esa gente el hambre no nos vuelve salvajes o, incluso, caníbales, sino que sirve como acicate para estimular la inteligencia de los que pasan necesidades y hacer que lleguen a ser igual, o más listos, que quienes viven, a cuerpo de rey, con todo lujo de comodidades.
Quien sabe, a lo mejor llevan razón. Por eso que no me resisto a contarles una anécdota que contaba Malinowski después de haberse entrevistado con un antropófago.
Contaba Malinowski que le preguntó a un caníbal por qué comía seres humanos y, el “salvaje”, que ojeaba unos periódicos de la Primera Guerra Mundial, en los que aparecían fotos de montones de muertos, preguntó, a su vez, si en Europa no se comían aquellos cadáveres.
-¡Por supuesto que no! - reaccionó perplejo el investigador británico.
-Pues, entonces, ¿para qué los matan? -inquirió el “bárbaro”, como si pensara que no tenía sentido matar por matar, que era un derroche y un despilfarro.
No sé hasta cuando seguiremos tomando el hambre como unidad de medida pero no ha sido el hambre lo que nos ha hecho más listos. Ni el hambre, ni la esclavitud, ni la religión. Ha sido el bienestar, la libertad, el conocimiento y la razón. Es lo que pienso pero puedo estar equivocado.
Milio Mariño / Artículo de Opinión / La Nueva España
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