lunes, 16 de julio de 2012

Cuando el IVA vuelva en septiembre

Milio Mariño

El 2 de agosto de 1914 Franz Kafka anotó en su diario: Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde me fui a nadar. Solo eso, no escribió más. Así se las gastaba el famoso escritor checo cuyo apellido usamos como adjetivo cuando queremos referirnos a cosas o situaciones absurdas que nos afectan sin que podamos hacer nada por evitarlas.

Pues bien, este jueves pasado, después de que Rajoy nos declarara la guerra cogí la mochila y fui a nadar. Reaccioné de forma instintiva, no lo hice para imitar al escritor checo porque, en ese momento, era tal el cabreo que ni recordaba la cita. Quizá suene a chiste qué fui a nadar para desahogarme pero a eso fui. Y dio resultado, nadé un par de horas y salí como nuevo.

El caso que, al día siguiente, ojeando los acuerdos del Real Consejo de Ministros, descubrí que en el complejo de La Moncloa debe haber algún asesor muy leído, alguien que conoce a Kafka y también a Groucho Marx. Lo digo porque Rajoy parece seguir al pie de la letra lo que decía el bueno de Groucho: Señora, éstos son mis principios, pero si no le gustan, tengo otros.

Además de parafrasear a Groucho, Rajoy sigue el ejemplo de Kafka. Quizá no vaya a nadar por miedo a que el cloro de la piscina le afecta al tinte del pelo pero ahí tienen lo del partido en Polonia y lo del Códice en Compostela, que no es lo mismo pero se parece bastante en cuanto a poner tierra de por medio para huir de la realidad.

En Moncloa son muy kafkianos. El exabrupto de la hija de Fabra es posible que sirviera para que algún asesor reconsiderara la idea inicial, de subir el IVA ya mismo, el 16 de julio, y propusiera retrasar su entrada en vigor hasta el mes de septiembre. Así todos tenemos tiempo para ir a nadar y volver como nuevos.

Quien dice nadar dice irnos de vacaciones, en la medida de nuestras posibilidades que, por lo general, no son muchas pero tal vez alcancen para escapar y perdernos un par de días por algún sitio donde no haya televisión ni periódicos. Por alguno de esos pueblos que imaginamos idílicos porque, allí, no vivimos a diario, sino solo cuando estamos hartos y queremos dejar atrás la trama que nos atrapa y nos obliga a pensar en lo nuestro.

Las vacaciones son mano de santo, dos días después de iniciadas solemos decir, sorprendidos, que no pensamos en nada. Nuestro cerebro, solo con apartarlo del trajín de diario, se queda sin cobertura, no logra establecer una relación causa efecto entre lo que dicen los políticos y lo que sucede en la vida. Es como si, de pronto, hubiéramos trasladado a la tierra las esperanzas que los curas ponen en el cielo.

Lo malo será cuando volvamos. A la vuelta nos daremos cuenta de que el gobierno ha estado trabajando, incluso en agosto, para fastidiarnos. Tendremos que enfrentarnos a la realidad pura y dura pero todavía nos parecerá distinta, todavía tendrá que pasar un tiempo hasta que nos cabreemos como estamos ahora. Fue lo que pensaron en Moncloa, que cuando llegue Septiembre ya nos habremos olvidado de lo sucedido en julio. Lo veremos tan lejano que nos dirán que el IVA lo subió Zapatero y, hasta, es posible que lo creamos.

Milio Mariño/ Artículo de Opinión/ La Nueva España

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