lunes, 26 de diciembre de 2011

La camisa y el seiscientos

Milio Mariño

Apelando al saber estar, una frase que apenas se dice pero sigue estando vigente, que Cayo Lara acudiera sin corbata y con la camisa por fuera del pantalón al acto protocolario de consultas del Rey y que la nuera de Aznar se bajara de un Seat Seiscientos, el día de su boda son dos números de circo que bien podían haberse ahorrado quienes tuvieron el dudoso gusto de protagonizarlos.

No trato de poner en evidencia su falta de estilo, lo digo porque la ridiculez de quienes protagonizaron esos actos viene justificada por el convencimiento de que lo hicieron pensando que los demás somos tan simples que creemos que, en un acto oficial, sólo puede atreverse a llevar la camisa por fuera del pantalón alguien que sea muy de izquierdas, y que el pijismo de la familia Aznar ha sido redimido, y borrado del mapa, por el hecho de que la nuera del ex presidente haya cambiado la limusina por un Seiscientos de color blanco.

Estoy de acuerdo en que cuando el protocolo, por encima de la educación y el respeto, supone vasallaje es exigible que nos lo saltemos, pero como no era el caso, pienso que los dos, ella y él, hicieron el ridículo. La novia, saliendo del utilitario con un vestido de cola, más que modesta, resultaba cómica. De todas maneras, allá se las compongan los Aznar, Botella, Abascal y compañía, con su trouppe del mundo pijo y sus devaneos para buscar acomodo en las revistas del corazón. Con su vida pueden hacer lo que quieran. Si quieren dar la nota, allá ellos; pero el caso de Cayo Lara es distinto. Lo es porque se produce en un acto político y denota un esnobismo que delata a quienes se saben mediocres y recurren a la vestimenta para aparentar una identidad que no son capaces de demostrar con los hechos y las palabras.

Cierto que llevar, o no llevar, corbata en un acto oficial no es, en si mismo, definitorio de nada pero si a eso añadimos la camisa por fuera del pantalón, nos encontramos con un toque guayabero que lo asemeja bastante al viejo modelo cubano. Quizá fuera esa la intención, quizá Cayo Lara quisiera trasladarnos una imagen distinta a la del eurocomunista Santiago Carrillo, siempre con corbata, y la de Gaspar Llamazares, también con la suya, a quien el nuevo líder de IU ofreció ser portavoz quinto del grupo parlamentario, por si no había quedado claro que manda él y no su antecesor en el cargo.

La maldad, en muchos casos, suele ser fruto de la estupidez. De modo que para combatirla hay que prestar atención a lo que la nutre en origen que, por lo general, son oportunismos, esnobismos y sandeces.

Para ser más convincente, Cayo Lara podía haber ido vestido de mono azul o de campesino andaluz. La ortodoxia comunista, devenida en una ristra de refundaciones y apaños que no aceptan voces discrepantes, había superado la idea del look proletario y el primitivismo político. Eso creíamos pero ahora llega un patán con ínfulas y cree que los diputados de IU los ha conseguido él, con su estilo y su forma de vestir. Como la nuera de Aznar, que seguramente pensó que si el día del casorio acudía a la iglesia a bordo de un Seiscientos, nos olvidaríamos del Bigotes, el Escorial y la ridiculez de la boda anterior.

Milio Mariño / Articulo de Opinión / La Nueva España

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