lunes, 29 de agosto de 2011

Vacas, ricos y molinos

Milio Mariño

Mientras daba una vuelta por nuestra más que centenaria exposición de ganado, que ya visitaba en Las Meanas y sigo haciéndolo en La Magdalena, me vi, allí mismo, atado al pesebre como un toro manso al que lo traen y lo llevan sin que le esté permitido poner reparos a la voluntad del granjero.

Hay que ver hasta donde hemos llegado, pensaba acordándome de lo que había leído en el periódico que llevaba en la mano. Los ricos que, salvo unos pocos, no son tontos, se han dado cuenta de que la vaca se está quedando sin leche y les ha faltado tiempo para proclamar a bombo y platillo que están dispuestos a pagar más impuestos para que los gobiernos compren pienso y los animales vuelvan a ser rentables. Hablo de los ricos extranjeros, que los españoles siempre fueron más partidarios de las ovejas y los corderos que de las vacas lecheras. Algunos muestran cierta afición por los toros, pero solo desde el punto de vista taurino, es decir para disfrutar con la faena de llevarlos al ruedo, y que los toreen y acaben con ellos previa estocada y posterior descabello. Así se explica que no hayan seguido el ejemplo de sus colegas pues, en su opinión, la solución a esta crisis, antes que por aflojar la pasta para que las vacas tengan pienso y puedan seguir dando leche, pasa por sacrificar a los borregos.

Ateniéndonos al más estricto liberalismo están en su derecho. Cada cual puede gestionar la granja según su criterio. Es más, habrá quien defienda que las prioridades han de establecerse de acuerdo con las circunstancias. En Asturias, por ejemplo, los toros y las vacas son mayoría pero en el conjunto de España las ovejas y los borregos ganan por goleada. Hasta en Madrid, que ya es decir, las ovejas y los corderos duplican la población de vacuno.

Pero bueno, a lo que iba, que a mí se me va el santo al cielo y comienzo hablando de economía y acabo hablándoles de animales. A lo que iba, cuando les contaba que paseando por La Magdalena me había sentido animal de granja, era a comentarles la noticia de que 16 directivos de grandes empresas habían sugerido a sus Gobiernos la conveniencia de que les subieran los impuestos para superar la difícil coyuntura de esta crisis económica. Lo cual a usted y a mí, que no somos atletas mentales, ya se nos había ocurrido. Pero no es eso lo que me da rabia. Que no nos hagan caso entra dentro de lo sensato, pero que nadie del gobierno ni de la oposición hubiera tenido la idea de que antes de seguir apretándonos el cuello mejor sería que los ricos se aflojaran el bolso, es para correrlos a gorrazos.

¿Qué quienes podrían hacer ese gesto? No me gusta señalar pero podrían ser los cien que el pasado mes de noviembre fueron a ver al Rey y, a la salida, exigían reformas y ajustes de todo tipo sin mencionar que estuvieran dispuestos a rascarse el bolsillo. Recuerdo que iniciaban su manifiesto con un proverbio asiático: «Cuando empieza a soplar el viento, algunos corren a esconderse y otros construyen molinos». Es lo que hacen mientras nuestros políticos siguen haciendo el Quijote. Mire vuestra merced que aquellos que lo parece no son gigantes, son molinos, les decimos. Pero nada, ni caso.

Milio Mariño / La Nueva España / Artículo de Opinión

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