Milio Mariño
Que haya empezado La Vuelta, que los futbolistas estén en huelga y que tengamos todavía recientes las declaraciones de ese futbolista del Sporting que se declaraba antisistema, me trajo a la memoria una trágica y bonita historia que leí hace años. La de un ciclista que ganó dos Tours de Francia y se manifestaba, radicalmente, de izquierdas.
Son casos distintos que no tienen nada en común, pero como estamos en verano, se corre La Vuelta a España, me gusta contar historias y supongo que no conocen la de Ottavio Bottecchia, me tomo la libertad de contarla.
Ottavio Bottecchia era un ciclista italiano que, cuando ganaba una carrera, aprovechaba para decir que era antifascista y radicalmente de izquierdas, lo cual molestaba a Mussolini hasta el punto de que llegó a prohibirle correr en el Giro de Italia. Así es que Botteccia acabó por emigrar a Francia, donde ganó dos Tours y murió en circunstancias extrañas. Un día lo encontraron inconsciente, tirado en el suelo, al borde de un viñedo. Dijeron que se había caído mientras entrenaba. Esa fue la versión oficial, una versión que corroboraron dos médicos certificando que había muerto de insolación. Sin embargo ciertos indicios, como la posición de su cuerpo y que la bicicleta estuviera alejada, motivaron algunas sospechas. Hubo quien sospechó que podía haber sido asesinado por su abierta oposición al régimen de Mussolini, que ya le había supuesto muchos problemas y varias amenazas de muerte.
Veinte años después se descubrió que Bottecchia había muerto asesinado y, aunque la causa de su muerte no cabe atribuirla a la ideología política, el asesinato quedó impune por ser Bottecchia quien era.
A Bottecchia lo mató un rico terrateniente, el propietario de la viña, que lo sorprendió comiendo uvas y le asestó un bastonazo en la nuca que lo dejo medio muerto. Acabó de morir en el hospital de Gemona pero, curiosamente, el móvil del crimen tampoco fue que estuviera robando uvas, fueron los celos. El terrateniente conocía a Ottavio y sospechaba que se entendía con su mujer.
Los hechos que figuraban en el dossier inicial ya hacían presuponer que el ciclista no había muerto de insolación pero la policía archivó el caso cuando conoció la identidad del posible asesino y la del asesinado.
Ottavio Bottecchia era casi analfabeto. Aprendió a leer cuando se hizo ciclista profesional, a los 28 años, ayudado por un amigo y movido por la curiosidad de saber qué decían de él los periódicos. Hasta entonces había trabajado de albañil para poder ganarse la vida. Llegó a ser lo que hoy llaman un «hombre Tour». Un ciclista insensible a las inclemencias del tiempo, inmune a la enfermedad y con una resistencia y un coraje excepcionales. No tenía ningún punto débil: rodaba, sprintaba, y sobre todo escalaba. Ganó el Tour dos veces, un Tour al que se dedicaba con una entrega total ya que Mussolini no le dejaba correr en Italia.
Soy un obrero de la bicicleta, llegó a decir Bottecchia en lo alto del podio de París, con la fiereza propia de sus orígenes. Tenía muy clara su condición. Más clara que la mayoría de los ciclistas y futbolistas de ahora que, mejor o peor pagados, se olvidan de sus raíces y trabajan para un equipo que no deja de ser una empresa, que los emplea como obreros, aunque crean que son ellos los empresarios.
Milio Mariño / Artículo de Opinión / La Nueva España
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