lunes, 16 de mayo de 2011

Botox y abstención

Milio Mariño

Hay frases que, como las personas, hacen fortuna sin que lleguemos a explicarnos por qué triunfan y están en boca de todos. Ahí tienen, “la cara es el espejo del alma”, frase que, en mi opinión, carece de fundamento y se aprovecha de los prejuicios, pues trata de prevenirnos sobre si las personas son de fiar, o no, en función de su aspecto. La tenía por una frase que no utilizaría jamás, pero resulta que hace un par de semanas descubrí la morfopsicología, una disciplina que en Francia tiene carácter universitario y asegura que la psique influye de manera importante en cómo tenemos el rostro.

No lo hice aposta; estaba buscando otra cosa y me encontré con Louis Cormen, un psiquiatra francés que, en 1.937, aseguraba que mirando la foto de una persona podíamos hacer un psicoanálisis inmediato. Casi a la par descubrí, también, a Julián Gabarre, seguidor y discípulo de Cormen, que anda por ahí haciendo pruebas para demostrarnos lo que decía su maestro. Con esa idea se presentó en Barcelona, en las dependencias de la Policía Científica, y pidió que le mostraran las fotos de diez delincuentes, asegurando que, simplemente, por el análisis de sus facciones era capaz de saber la fechoría que había hecho cada uno. Y acertó de pleno. Circunstancia que lo llevó a pedir un certificado, firmado por el Inspector Jefe, que ahora exhibe como prueba de que la demostración no fue un truco de magia.

Animado por la sencillez del método, y porque a los prejubilados se nos ocurren las cosas más peregrinas, tuve la ocurrencia de que si aplicaba el Método Cormen a las fotos de los candidatos que cuelgan de las farolas podría hablarles del carácter, la inteligencia, las capacidades, las virtudes y los defectos de quienes aspiran a gobernarnos en los Ayuntamientos de la Comarca. No estaba convencido del todo pero si Gabarre, basándose en fotos, había publicado, en varias revistas, qué es lo que se esconde tras los rostros de Leticia Ortiz, Felipe de Borbón y Fernando Alonso, bien podía yo hacer lo mismo con nuestros candidatos. Total que me hice con el método y lo tenía todo dispuesto, pero con lo que no contaba era con que las fotos de los carteles no son las de los candidatos. Algunas tienen cierto parecido y es posible que sean ellos mismos hace diez o más años, pero otras ni eso. Otras, como una que dicen que es de Ángela Vallina, a mi no me lo parece. Y a ella, por lo visto, tampoco porque cuentan que mandó arrancar una pagina de la revista de San Isidro, al observar que su foto no se parecía, ni en pintura, a la del cartel que cuelga de las farolas.

Hablo de Ángela Vallina porque es el ejemplo más llamativo, parece una adolescente, pero las candidatas y los candidatos, todos se ponen botox de imprenta para parecer más jóvenes y más guapos. Para, ahora lo sé, engañarnos mostrándonos un espejo que refleja un alma que no es la suya.

Habrá otras causas pero para mí que debe ser por eso que la gente cada vez vota menos. Está cansada de que los candidatos se presenten con una foto que no es la del carné. Foto de la que siempre nos quejamos porque decimos que nunca salimos bien. Salimos con el alma al descubierto, que es como debemos salir.

Milio Mariño / Artículo de Opinión

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