lunes, 4 de junio de 2012

Cuando la verdad resulta insoportable

Milio Mariño


A medida que pasa el tiempo vamos dándonos cuenta de que sabían más de lo que dijeron y que, tal vez, no quisieron decirlo porque no estábamos preparados para una verdad insoportable que exige ser administrada como el veneno: en pequeñas dosis para que el cuerpo se acostumbre y no fallezca de un síncope.

 Es muy probable que aún no sepamos ni la mitad de lo que nos espera pero lo que sí sabemos es que las medidas que anuncian y ejecutan, sin contemplaciones, están arrojando a la exclusión a quienes desean lo mismo que cualquier ser humano y se encuentran con que su Gobierno ha decidido sacrificarlos en aras a una liturgia que, según los expertos, exige proteger a los financieros y desproteger a los ciudadanos.

Convencidos de que ese es el camino, los Gobiernos van desentendiéndose de una parte de la población que, para ellos, no cuenta y supondría un alivio si falleciera. Suena terrible pero, en el fondo, aunque se cuiden de decirlo, es lo que piensan. Es uno de los pilares, sino el principal, sobre los que se asienta el sistema capitalista.

El desmedido afán por denostar cualquier mención a la memoria histórica oculta, entre otras cosas, que el capitalismo usa la guerra como purificación del sistema. Hasta ahora, siempre ha sido así: crisis, guerra y vuelta a empezar. De ahí que haya verdades que no les interesa que recordemos.

No quieren viejos recuerdos ni datos como este que les refiero: En 2007, tres ciudadanos estadounidenses, Bill Gates, Paul Allen y Warren Buffett, poseían, juntos, una fortuna superior al PIB de los 42 países más pobres del mundo, cuya población  supera los 600 millones de habitantes.

Parece ciencia ficción pero es absolutamente real, muestra hasta donde puede llevarnos la evolución de un sistema económico que consideramos el mejor y el único posible, en un régimen de libertades. De modo que si echamos mano a la Teoría de las Ondas Largas de Kondratief, el capitalismo estaría enfrentándose, ahora mismo, a su cuarta crisis. Una crisis que culmina su fase ascendente en los años setenta, cuando se impone el Neoliberalismo, impulsado por Milton Friedman y su Escuela de Chicago, y continua su Onda Larga, de descenso, hasta 2008, tocando fondo en 2010 y arrastrándose horizontalmente a la espera de un evento que propulse el inicio de un nuevo arranque a la fase ascendente.

¿Cuál sería el evento que impulsaría ese arranque? Nadie se atreve a decirlo pero todo apunta a que sería una guerra de desgaste en la que tuviera un protagonismo absoluto la infantería, los soldados cayeran como moscas y la población fuera  diezmada. No se vislumbra ningún otro escenario que garantice el impulso que consideran imprescindible. Hasta ahora, el Capitalismo había logrado retrasar la fase descendente del ciclo mediante acontecimientos asociados a los adelantos tecnológicos, las  innovaciones, la aparición de nuevos mercados y el fortalecimiento de su industria bélica. Pero, agotados esos yacimientos, es necesario que se produzca una fuerte demanda de sus productos, y eso solo es posible si estalla un conflicto armado.

 La suerte está echada. No obstante, como no quiero acabar esta reflexión en plan derrotista, deseo, con todas mis fuerzas, que sepamos escoger enemigo.  Inglaterra, viendo lo que ocurre con Gibraltar, sería lo fácil pero, dado su potencial bélico, no nos interesa. Alemania y Francia tampoco. Así que solo nos queda Marruecos.

Milio Mariño/ Artículo de Opinión/ La Nueva España

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