lunes, 16 de enero de 2012

El neuro y el seuro

Milio Mariño

Por las veces que hemos visto y leído que Merkel y Sarkozy iban a reunirse para salvar el Euro, más que jefes de gobierno parecen activistas de alguna de esas plataformas que tratan de impedir los desahucios. Es como si cuando reciben el soplo de que los guardias y el secretario del Juzgado se disponen a ejecutar el embargo se plantaran a las puertas del Banco Central Europeo, con dos pancartas y cuatro silbatos, para dar el cante hasta que desistan y se avengan a conceder otro mes de plazo. No llevo la cuenta pero seguro que no bajan de treinta, o cuarenta, las veces que se han reunido y no han conseguido salvarlo.

Deberían decirnos qué pasa. Deberían aclarar si realmente lo salvan y luego vuelve a las andadas de ponerse al borde del precipicio o si es que se lían hablando, se les va el santo al cielo y tienen que dejarlo para otro día. El anuncio, por repetido, ya suena a cachondeo. Más, si cabe, cuando han empezado el año como lo terminaron: subidos en una moto de agua mientras los gobiernos de Portugal, Grecia, Italia y España miraban desde la playa como iba la operación de rescate. Pero nada, han vuelto a intentarlo y después de que perdiéramos la cuenta de las veces que lo han intentado todavía no se ha dado el caso que dijeran: Se acabó, lo hemos salvado.

Hay quien apunta que no lo consiguen porque actúan con los papeles cambiados. Merkel es quien lleva los pantalones y Sarkozy se ve obligado a llevar faldas cuando él siempre vistió de traje y corbata y mocasines con alzas. Quizá sea eso, alguna explicación tiene que haber para que se repita el fracaso.

Como casi parece imposible que puedan salvarlo han empezado a oírse voces, en el sentido de que lo mejor que podía hacer la pareja era vivir una noche loca, olvidarse de salvamentos, y engendrar un par de mellizos para que todo empiece de nuevo y los especuladores se lleven un chasco.

La solución tampoco es nueva, es lo que suelen hacer las parejas cuando están en crisis; un recurso que pocas veces da resultado pero, a falta de nuevas ideas, parece que se está imponiendo lo que proponen algunos expertos. Que nos olvidemos del euro, que nos dejemos de sacrificios imposibles, para salvarlo, y vayamos a por los gemelos. A por el neuro y el seuro.

Proponen que se creen dos nuevas monedas, el neuro y seuro, que, a corto plazo, resolverían nuestros problemas. La adhesión al seuro sería voluntaria, pero los países que así lo hicieran verían aligerada una parte importante de su deuda pública. Para adherirse al neuro, deberían cumplir unas exigencias estrictas en lo relativo a las finanzas públicas, el mercado laboral y el saldo de los pagos corrientes. Condiciones que, ahora, solo cumple Alemania y si acaso, podrían cumplir Francia, Austria y los Países Bajos.

Tantas reuniones, tanto ahorro y sacrificio, para llegar a esto, dirán ustedes. Pues ya lo ven, aunque no lo digan, ese es el Plan B que manejan, de puertas adentro, los expertos de la comunidad europea. No sé en qué acabará la propuesta pero, si prospera, estoy perdido; me considero incapaz de ponerme a calcular, otra vez, cuántas pesetas serán un seuro. Eso sin contar que habrá quien aproveche para volver a redondear por exceso.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / La Nueva España

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