lunes, 30 de enero de 2012

El PSOE, entre el folklore y el cante jondo

Milio Mariño

El congreso del PSOE, el de febrero en Sevilla, es un congreso atípico. Fue convocado de urgencia y, con la misma urgencia, se redactó una ponencia marco, un programa político que tendrá que ser administrado por cualquiera de los dos, Chacón o Rubalcaba, que salga elegido.

No es lo habitual en los Congresos del PSOE. No lo es porque salga quien salga elegido tendrá que ajustarse a unas resoluciones que no ha impulsado y los delegados, a falta de un debate de ideas, solo decidirán si, para hacer la misma política, es preferible un señor con barba o una señora joven, famosa por sus pucheros.

Desconozco si pudo haberse planteado de otra manera. Eso, ahora, no cuenta. Lo que se hizo está hecho y solo queda aguardar al resultado para ver si lo que eligen los delegados se transforma en folklore o en cante jondo. Quiero decir si el elegido, o la elegida, se limitan a ejercer el cargo de modo que todo siga igual o propician una autentica renovación del partido. Un debate abierto, con la máxima participación de las bases, que defina el programa político que los socialistas ofrecen a la sociedad, y, al mismo tiempo, a la persona que está de acuerdo con esas ideas, las impulsa y cuenta con el carisma suficiente para ejercer el liderazgo, respaldado por un amplio consenso, y presentarse a las elecciones con una propuesta que haga posible, y creíble, lo que fue un intento fallido. Fallido por los motivos que todos sabemos: por la crisis, la mala gestión, la endogamia y las frivolidades, que las hubo y no fueron pocas.

En Sevilla, las ideas quedarán aparcadas. La discusión se traslada a quien, de los dos, puede ser el mejor para recoger los restos del naufragio, relanzar el partido y hacer frente a una mayoría del PP que es la más absoluta de todas.
El panorama es complicado. Con el poder, prácticamente, perdido la tentación de pagar al PP con su misma moneda, de oponerse a todo, montar una bronca constante y dedicarse a descalificar lo que diga o haga el gobierno, quizá sea lo que le pida el cuerpo a los dirigentes del PSOE que han sufrido, durante años, el acoso y derribo en sus carnes.

Si la cosa va por ahí estaríamos en lo del folklore. Seria una solución que serviría para desahogarse y quizá para trasladar a los electores lo que ya empiezan a percibir, que han sido engañados, pero no resolvería el futuro del partido ni arrojaría ninguna luz sobre la posibilidad real de que vuelva a ser una alternativa de gobierno capaz de darnos el estado del bienestar del que todavía estamos lejos y, seguramente, nos alejaremos más en los próximos cuatro años.

La necesaria renovación del PSOE no pasa, a mi modo de ver, por elegir, ahora, un programa político improvisado ni tampoco un líder que pueda estar en condiciones de disputarle al PP el triunfo en las próximas elecciones.
Lo más conveniente para el PSOE seria que, en Sevilla, se olvidara del folklore (seguidillas, verdiales y fandangos) y optara por el cante jondo. Por alguien, de profundo sentimiento, que de aquí al próximo congreso, consiguiera la renuncia de una generación que, lejos de cerrar el paso, debería acompañar en el tránsito a los que ahora tienen 30 o 40 años.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / La Nueva España

lunes, 23 de enero de 2012

Naranjas de Galicia

Milio Mariño

Si les sorprende el titulo yo se lo explico. Digo naranjas de Galicia por no decir de la China, que era lo que decíamos para dar a entender que no estábamos de acuerdo con algo que nos proponían, o para expresar nuestro asombro de que quisieran convencernos con una historia infumable.

Escojo la frase, y la fruta, porque la naranja ha sido favorecida por una creencia general alejada de la realidad. Se trata de un cítrico; es decir, de una fruta agria que todavía no está aceptado que sea dulce, pero generalmente se acepta como si lo fuera. Se acepta aunque haya que añadirle azúcar para endulzar su sabor y confirmar la falsa creencia. Cosa que, también, sucede con la supuesta obligatoriedad de recordar a los muertos endulzando lo que fueron en vida porque solo así, en esa conformidad y esa conciencia, hacemos que puedan descansar en paz, que es lo mínimo que se puede desear a quienes fallecen.

El preámbulo de la fruta viene a cuento de las toneladas de azúcar que se han vertido sobre la figura de Manuel Fraga, que no fue, como han dicho algunos, un demócrata ejemplar ni un político de excepción que supo amoldarse de un régimen totalitario a un sistema democrático. Fue un político agrio, déspota y frustrado, que no pudo lograr ninguno de los objetivos que se propuso. El primero ser presidente del Gobierno después de la muerte de Franco. En ello estuvo; quería sucederle y seguir gobernando a su imagen y semejanza, de ahí que nos hiciera creer que aquel destierro en la embajada de Londres fuera por sus ideas aperturistas, cuando en realidad fue que se llevaba mal con el ministro de comercio, García Moncó, y quiso aprovecharse del escándalo financiero de MATESA, cosa que Franco no toleró. También influyó su mala puntería y el perdigonazo que le soltó en el culo a Carmencita Franco, con la consiguiente reprimenda del dictador: “Aquí, el que no sepa cazar, que no venga”.

Quienes valoran que fue Presidente de la Xunta, durante 16 años, olvidan que era contrario, y se opuso, al Estado de las Autonomías. Aceptó retirarse a Galicia herido por sus asaltos frustrados a La Moncloa y convencido de que nunca llegaría a ser Presidente del Gobierno de España. Eso si, fue vicepresidente, y Ministro de la Gobernación, en el último gobierno de Arias Navarro, gritando que la calle era suya y ordenando disparar, con fuego real, contra las manifestaciones de obreros y estudiantes, que registraron un saldo de ocho muertos.

Su postura sobre el divorcio, la homosexualidad, los condones o el papel de las mujeres puede resumirse en lo que le dijo a una joven gallega que lo increpó en una calle de Santiago: “Porque es muller, que senón dábache dous…” Otra muestra de su talante es como pretendía resolver el asunto del Prestige. “Si se ponen tontos se le pegan dos cañonazos y punto”. Para abreviar el recordatorio de su talante democrático, basta decir que hace tan solo un año, en declaraciones a El Faro de Vigo, llegó a comprar a Franco con Napoleón asegurando que el dictador dejó sentadas las bases para una España en orden y en democracia.

Fraga fue agrio, déspota y muy poco demócrata pero, así son las cosas, los favorecidos por el destino también lo son a la hora repartir azúcar para endulzar su memoria.

Milio Mariño / Artículo de Opinión

lunes, 16 de enero de 2012

El neuro y el seuro

Milio Mariño

Por las veces que hemos visto y leído que Merkel y Sarkozy iban a reunirse para salvar el Euro, más que jefes de gobierno parecen activistas de alguna de esas plataformas que tratan de impedir los desahucios. Es como si cuando reciben el soplo de que los guardias y el secretario del Juzgado se disponen a ejecutar el embargo se plantaran a las puertas del Banco Central Europeo, con dos pancartas y cuatro silbatos, para dar el cante hasta que desistan y se avengan a conceder otro mes de plazo. No llevo la cuenta pero seguro que no bajan de treinta, o cuarenta, las veces que se han reunido y no han conseguido salvarlo.

Deberían decirnos qué pasa. Deberían aclarar si realmente lo salvan y luego vuelve a las andadas de ponerse al borde del precipicio o si es que se lían hablando, se les va el santo al cielo y tienen que dejarlo para otro día. El anuncio, por repetido, ya suena a cachondeo. Más, si cabe, cuando han empezado el año como lo terminaron: subidos en una moto de agua mientras los gobiernos de Portugal, Grecia, Italia y España miraban desde la playa como iba la operación de rescate. Pero nada, han vuelto a intentarlo y después de que perdiéramos la cuenta de las veces que lo han intentado todavía no se ha dado el caso que dijeran: Se acabó, lo hemos salvado.

Hay quien apunta que no lo consiguen porque actúan con los papeles cambiados. Merkel es quien lleva los pantalones y Sarkozy se ve obligado a llevar faldas cuando él siempre vistió de traje y corbata y mocasines con alzas. Quizá sea eso, alguna explicación tiene que haber para que se repita el fracaso.

Como casi parece imposible que puedan salvarlo han empezado a oírse voces, en el sentido de que lo mejor que podía hacer la pareja era vivir una noche loca, olvidarse de salvamentos, y engendrar un par de mellizos para que todo empiece de nuevo y los especuladores se lleven un chasco.

La solución tampoco es nueva, es lo que suelen hacer las parejas cuando están en crisis; un recurso que pocas veces da resultado pero, a falta de nuevas ideas, parece que se está imponiendo lo que proponen algunos expertos. Que nos olvidemos del euro, que nos dejemos de sacrificios imposibles, para salvarlo, y vayamos a por los gemelos. A por el neuro y el seuro.

Proponen que se creen dos nuevas monedas, el neuro y seuro, que, a corto plazo, resolverían nuestros problemas. La adhesión al seuro sería voluntaria, pero los países que así lo hicieran verían aligerada una parte importante de su deuda pública. Para adherirse al neuro, deberían cumplir unas exigencias estrictas en lo relativo a las finanzas públicas, el mercado laboral y el saldo de los pagos corrientes. Condiciones que, ahora, solo cumple Alemania y si acaso, podrían cumplir Francia, Austria y los Países Bajos.

Tantas reuniones, tanto ahorro y sacrificio, para llegar a esto, dirán ustedes. Pues ya lo ven, aunque no lo digan, ese es el Plan B que manejan, de puertas adentro, los expertos de la comunidad europea. No sé en qué acabará la propuesta pero, si prospera, estoy perdido; me considero incapaz de ponerme a calcular, otra vez, cuántas pesetas serán un seuro. Eso sin contar que habrá quien aproveche para volver a redondear por exceso.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / La Nueva España

lunes, 9 de enero de 2012

Regalos que son cualquier cosa

Milio Mariño

Pasaron las Navidades y los comercios han vuelto, por fin, a llenarse. Están que no cabe un alma, la gente no para entrando y saliendo cargada de bolsas. Pero, no se engañen, no es por las rebajas, es por los regalos. Es por una moda que ha ido ganando terreno y nos ha metido en un lío que nadie entiende pero en el que todos participamos, bien sea de motu propio o a remolque. El resultado es que los regalos ya no se hacen para que los disfrute quien los recibe, se hacen para que pueda cambiarlos por otra cosa.

Esa es la historia. Que los comercios estén a tope no responde a que todo el mundo se haya lanzado a la calle para comprar lo que no ha comprado en diciembre. Este trajín se explica porque lo primero que dice, quien te hace un regalo, es que puedes cambiarlo si no te gusta.

Si que me gusta, me encanta. No sabes el tiempo que llevaba pensando en comprarme algo así. La respuesta es de libro, de manual de buena conducta, pero pasados unos minutos, después del entusiasmo inicial, la cara dibuja un gesto y ya pueden adivinar la pregunta: ¿Has dicho que se puede cambiar?, es que no sé si será mi talla.

Todos regalamos y esperamos que nos regalen. Hasta el nuevo Gobierno ha tenido el detalle de regalarnos un Real Decreto al que tendremos que corresponder con dinero. Un regalo que, últimamente, se ha puesto de moda, sobre todo entre las parejas con hijos adolescentes. Es decir, en esa edad tonta que va de los 15 a los 35 años.

Yo al mío le doy 100 euros y que compre lo quiera, no me rompo la cabeza. Ya, pero como el nene no piensa malgastar el dinero en algo que sabe que acabarán comprándole sus padres, disimula comprando cualquier tontería, dice que le costó 80, cuando en realidad fueron 20, y el resto se lo gasta en el botellón de Reyes con el pretexto de que estuvo en la Cabalgata.

Otro de los problemas que me harté de oír estos días es lo mucho que sufre la gente cuando tiene que hacer un regalo a una persona a la que no se le puede regalar nada. Y qué le regalamos a Fulano, si tiene de todo, si no hay cosa que no tenga, preguntaba, angustiada, una señora a su amiga.

Estuve por sugerirles que le compraran un libro pero como las señoras eran bastante mayores que yo, el Fulano debía tener su edad y lo mismo estaban pensando en comprarle unos patines, me pareció de mal gusto quitarles esa ilusión. Los regalos son un asunto muy delicado. Sobre todo para los que venimos de aquella época en la que te regalaban un par de cosas y una era ropa interior y la otra unos calcetines de rombos.

¿Una chaqueta de punto? Pero si ya tengo una, protesté de forma amable, dando a entender que no hacia falta que gastaran un dineral. Lo sabemos, pero esa que tienes es una vergüenza, no se como te atreves a ponerla.

Cualquiera les dice que la del regalo no me gusta un pimiento y, además, me queda un pelín estrecha. Soy de los de antes, así que me quedare con ella y la pondré los domingos, que es cuando vienen a comer.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / La Nueva España

lunes, 2 de enero de 2012

Un ERE para los espías

Milio Mariño

Hojeando una revista, no les digo donde porque intuyo que lo suponen, me entero de que el Centro Nacional de Inteligencia, CNI, tiene una plantilla de 3.500 hombres y mujeres. Número que el Director del Centro estima escaso pues declara que siente envidia de quienes le precedieron en el cargo, ya que han aparecido nuevos riesgos y amenazas, a las que hay que sumar que los malos son cada vez más malos, más numerosos y más inteligentes, de modo que combatirlos, con la plantilla actual, se hace casi imposible.

Toma moreno. El jefe de los espías pide más personal. Habla de nuevos riesgos pero evita hacer alusión a que sus antecesores no disponían de una tecnología, como esta de ahora, que les permite saber cuanto ganamos, en qué, y como, lo gastamos, que poseemos, como están nuestras cuentas bancarias y nuestros historiales médicos, a qué organizaciones pertenecemos, qué decimos en nuestras conversaciones telefónicas y, si se les antoja, por donde paseamos y en qué supermercado hacemos la compra.

A tenor de las cámaras de video, instaladas por todos sitios, los programas informáticos y los vaya a saber qué artilugios, imagino que nadie osará discutir que la industria del espionaje también se ha beneficiado, y mucho, de los avances tecnológicos. Así es pero, al contrario que la Siderurgia o la construcción naval, el CNI no solo no ha disminuido su plantilla sino que, en los últimos 15 años, la ha incrementado en un 60 por ciento. Dato que no impide, al jefe supremo, solicitar nuevos aumentos apelando a que el mercado del mal crece a un ritmo que si estuviéramos en su pellejo nos morderíamos las uñas como posesos.

Por lo expuesto, habrán deducido que nuestra propuesta es rechazar cualquier aumento de plantilla y abogar por un ERE inmediato. El razonamiento es sencillo: más efectivos no significa mayor eficacia. Pero, para no separarnos de los remedios que se proponen, y se ponen en marcha, para salvar nuestra industria y ajustar la administración del Estado, vamos a centrarnos en dos aspectos que consideramos fundamentales.

El primero la formación. Convendría darle un repaso pues según datos del propio CNI, el 25 % de sus agentes son licenciados, el 9 % tienen titulo medio y el 66% está en posesión del Bachillerato o Formación profesional de segundo grado. Para muestra un botón: el asturiano Roberto Flórez, encarcelado hace poco por un presunto delito de traición, (se le acusa de ser un agente doble al servicio de los rusos) era un cabo de la Guardia Civil, sin idiomas ni más estudios que los primarios.

La segunda cuestión seria revisar cómo reclutan al personal. Habría que echarle un ojo a la forma de contratar porque un responsable del Centro afirmaba en un artículo de El País, sin pudor alguno, que casi la mitad había entrado por el aval de algún familiar con responsabilidades en la política, la policía o las Fuerzas Armadas. No es por señalar pero el general Andrés Casinello, ex jefe de información de la Guardia Civil, tiene un hijo y dos nietas trabajando para La Casa, que es como llaman al CNI sus miembros.

La propuesta ahí queda, a disposición de los políticos. La industria del espionaje no puede ser ajena a la crisis ni a la evolución de los tiempos. Se impone una reducción de plantilla, un aumento de la productividad y un mayor compromiso.

Milio Mariño / Artículo de Opinión.