lunes, 13 de junio de 2011

Los políticos también están indignados

Milio Mariño

Un amigo me puso en la pista de que el número de indignados no solo va en aumento sino que se ha extendido a la clase política, pues según sus noticias, el movimiento por un Electorado Sensato y la Plataforma 23-M, dos organizaciones que surgieron a raíz de las elecciones, han mostrado su indignación por la poca seriedad de la gente, la corrupción mental de los electores y su escaso rigor democrático.

De momento no han hecho nada pero no están dispuestos a permanecer impasibles ante las protestas y caceroladas de que son objeto. Dicen que tienen razones más que sobradas para indignarse. Reclaman más rigor, menos despilfarro del voto y una verdadera regeneración ética que ponga fin a los criterios de chicha y nabo por los que, de un tiempo a esta parte, los electores vienen rigiéndose. Ponen como ejemplo que un elector mil eurista, con un empleo en precario, que hace dos años compró un piso de 300.000 euros, un coche de gama media, un camión de muebles de Ikea y firmó una hipoteca que afectará incluso a sus nietos, es realmente indignante que reclame, de los políticos, más rigor en el gasto. También señalan que les causa indignación y sonrojo que los electores clamen contra la corrupción y utilicen el voto para encumbrar en un cargo publico a personajes como Rafael Gómez, «Sandokan», imputado en la operación Malaya, que debe al Ayuntamiento de Córdoba, del que ahora es concejal electo, 24,6 millones de euros y ha confesado que en su vida ha leído un libro ni piensa leerlo.

Los ejemplos citados, dicen los políticos que son solo una muestra de las pruebas que tienen en su poder ya que, en apenas quince días, han logrado reunir un auténtico dossier de utilización escandalosa del voto que los ha llevado a revelarse y manifestar que están hartos de un electorado que, desde luego, no se merecen.

Si son, o no, razones para indignarse se lo dejo a ustedes. Por una vez, y sin que sirva de precedente, prefiero no mojarme. Me limito a trasladarles lo que, el sábado, era un clamor en la toma de posesión de los nuevos alcaldes y concejales. De lo que pasaba afuera, y no de la nueva legislatura, era de lo que hablaban. Muchos, la gran mayoría, no entendían los gritos, ni las cacerolas, ni los chorizos ni que la policía tuviera que protegerles, antes de tomar posesión del cargo, de quienes no hace un mes les habían votado.

No les oculto que quizá estuvieran más afectados los que perdieron que los que ganaron, pero todos estaban realmente indignados, de modo que, para hacerse respetar, no les queda otra que sumarse a la moda de protestar en la calle y montar sus tenderetes y sus tiendas de campaña frente a las Consistoriales. Dicen que si no lo han hecho ya no es por falta de ganas sino porque seria un lío de iglús y cochambre, apenas quedaría sitio, estarían todos mezclados y una nueva incorporación haría que los comerciantes reclamaran apoyo psiquiátrico, pero no descartan protagonizar una sonora protesta, antes de que llegue el otoño.

Lo malo que si los electores están indignados, los políticos también, los sindicatos otro tanto y los empresarios iden de lienzo, ya me dirán contra quien protestamos. Igual contra nosotros mismos. Sería lo más acertado.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / La Nueva España

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