Milio Mariño
Dentro de la mediocridad que todo lo invade, resulta cómico y sonrojante ver como algunos columnistas, políticos en apartheid y ciudadanos de postín intentan sacudirse el polvo del tremendo revolcón que llevaron cuando Mariano dijo nones a la nominación de Álvarez-Cascos. Habían apostado por el exministro como santo y seña del PP para ganar en Asturias las elecciones de mayo, pero no contaban con la negativa de Rajoy y menos con que Cascos fuera a formar un partido. Así que unos han optado por seguir con la misma canción, cambiando la letra y conservando la música, mientras que otros ejercen de funambulistas y se mueven en la ambigüedad, afanados en la (Espinosa) tarea de apoyar al PP y también al FAC.
Lo que importa, a fin de cuentas, es desalojar a la izquierda del gobierno del Principado, luego después ya veremos. En eso coinciden los que discrepan en cuanto a si conviene decantarse, sin reservas, por el vuelo de la gaviota o si sería mejor tirarse al monte y apostar por el pájaro que llegó de rebote. La cuestión tiene su miga. Oficialmente, cuando les preguntan, dicen que apoyan a muerte al PP, pero son capaces de estar en misa y comulgar con Ovidio Sánchez y dos horas más tarde repicar en La Campana con la fuerza y el entusiasmo de un monaguillo feliz. No se resignan, consideran que el exministro es tan valioso que aprovechan cualquier resquicio para resaltar su robusta personalidad política y una evolución ideológica hacia el astur-nacionalismo que le impide permanecer contemplativo y pasar las tardes jugando al mus mientras Asturias va de mal en peor y lleva camino de convertirse en el finís terrae español. De ahí el paso adelante del Foro y, por ende, la confusión, pues los peregrinos, que llevaban ya cuatro años en busca del Apóstol Santiago, están tan confundidos que no saben si tirar para un lado u otro.
Ese, precisamente, es el temor; no tanto de los partidarios del Foro, pero si de los aforados en torno al PP: que se produzca una estúpida contienda entre dos grupos que son de la misma familia y persiguen el mismo fin. Por eso que lo más acuciante, lo que más prisa corre, sea buscarle a Cascos un sitio. Situarlo de modo que no interfiera, que sume por la izquierda y no reste por la derecha. Una operación complicada que tiene más de deseo que de lógica matemática.
Ese es el problema, que no saben donde ponerlo. Primero lo pusieron al lado de Jovellanos pero como alguien les dijo, seguramente, que Jovellanos caía muy lejos han decidido que sería mejor ubicarlo en la órbita de Melquíades Álvarez, el que fuera líder del Partido Reformista y que, curiosamente, da nombre a la calle donde el PP asturiano tiene su sede.
No es mala idea; es volver cien años atrás. Pero, que nadie se alarme, a veces hay que retroceder para poder avanzar. Cascos y Ovidio no son Cánovas y Sagasta pero ahí le andan en cuanto a lo que pretenden; un estatus basado en la convivencia pacífica de dos partidos que son la derecha y la derecha bis.
Lo malo de todo esto será el resultado. Será que habrá papeletas echadas a regañadientes, con pinzas, con guantes, o tapándose las narices, que luego serán computadas como producto de un entusiasmo que no pasa de rabieta infantil. Y para rabietas estamos..!
Milio Mariño / La Nueva España / Artículo de Opinión
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