Milio Mariño
Mientras luchamos por librarnos de la pandemia que amenaza al euro parece que todo lo que no sea el Ministerio de Economía funciona como tiene que funcionar. Todo, incluido la Justicia que sigue cosechando alabanzas sin que, por lo visto, nadie haya reparado en un informe de la Comisión Europea para la Eficacia, que señala que España tiene el índice más bajo de casos resueltos, el presupuesto más alto por habitante y el plazo más largo para resolver una demanda.
Lo que se desprende del citado informe es que la Justicia, en España, está peor que la economía; que ya es decir. Y, en este caso, con el agravante de que no podemos echarle la culpa al ladrillo, ni a la crisis, ni al Gobierno de Zapatero. Aquí el mérito, todo el mérito, es del propio estamento. Digo esto porque el problema de la Justicia, para mi sorpresa, y supongo que la de todos, no es económico. No lo es porque el presupuesto que España destina, para el conjunto de los tribunales, el Ministerio Público y la ayuda judicial, supone 86,3 euros por habitante, una cantidad que supera, de largo, lo que destinan otros países como puede ser Francia, donde el presupuesto por habitante es, solo, de 57,7 euros.
¿Qué pasa entonces? ¿Cómo es que la Justicia nos cuesta casi el doble que a los franceses, resolvemos muchos menos casos y el plazo medio para una demanda es el más elevado de Europa?
Viendo los datos, y los resultados, cabe suponer que alguna culpa tendrán los jueces, los fiscales y los funcionarios porque ya seria el colmo que los culpables fueran los que recurren a un pleito para defender sus intereses, o quienes esperan a ser juzgados porque, presuntamente, han quebrantado la ley.
Las comparaciones, lejos de odiosas, pueden ser instructivas y, a este respeto, se me ocurre que solemos quejarnos de que los médicos de la Seguridad Social son parcos en explicaciones y ásperos en el trato. No digo que no, pero podíamos darnos con un canto en los dientes si los jueces, en general, fueran igual de eficaces y la mitad de amables. De ahí que no sea casualidad que la Justicia, según el CIS, aparezca como la institución peor valorada por los españoles, pues a su lentitud y su ineficacia hay que sumar que en ningún otro sitio suelen tratarnos como en los Jugados, donde además de dar la impresión de que siempre están enfadados sigue siendo frecuente que alguien responda: «Aquí el que manda soy yo».
Por supuesto que manda, pero manda mal, suele ser autoritario y muy poco eficaz. Actitudes que se corresponden con los que creen que están por encima del bien y del mal, no tienen que rendir cuentas a nadie y su presencia es como para que nos echemos a temblar.
La mejor justicia, no cabe duda, es la que no se utiliza. Ya saben, tengas pleitos y los ganes. Lo malo que, inevitablemente, tenemos que recurrir a los tribunales porque son muchas las circunstancias objeto de conflicto. Y, los tribunales, para eso están. Para atendernos con diligencia, eficacia y corrección. Si no es así, si la Justicia es nuestro peor servicio público, va siendo hora de que nos dejemos de alabanzas y abordemos una reforma que es más urgente que muchas de las que se piden y se acometen sin dilación.
Milio Mariño / Artículo de Opinión / La Nueva España
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