Milio Mariño
Dicen de Pere Puig, un albañil de 57 años que, después de no cobrar desde mayo y tener el piso embargado, lo echaron del trabajo pagándole con un cheque sin fondos y lo engañaron para que firmara un crédito, que es un tipo raro. Que debe de estar loco porque cogió una escopeta, fue a la empresa, mató a los propietarios, se desplazó hasta el banco, hizo lo mismo con dos empleados y se entregó a la Policía manifestando que ya estaba satisfecho.
Dicen, los portavoces del Gobierno y algunos de los más prestigiosos juristas, que faltar a las obligaciones derivadas del contrato de trabajo y ausentarse porque a uno se le crucen los cables y le dé la gana de no ir a trabajar no es, como creíamos, una falta laboral merecedora de una fuerte sanción que podría acarrear el despido, sino un delito que puede ser castigado con hasta ocho años de cárcel. Dos años más que los que suelen imponer a quien comete un homicidio.
Dicen, los principales banqueros y los representantes de la élite financiera, económica y empresarial, que, para salir de la crisis, lo más urgente y necesario es que quienes cobran un sueldo de mil euros trabajen más, cobren menos y pierdan alguno de sus privilegios.
Dicen, los dirigentes de la CEOE y las empresas más importantes, que ahora lo que hay que hacer no es lo que hicieron ellos y siguen haciendo los bancos: jubilar con cargo a los ERE y al erario publico a trabajadores cincuentones que estaban en lo mejor de su vida laboral-, sino aumentar la edad de jubilación y obligar a la gente a que siga trabajando, como mínimo, hasta los 67 años.
Dicen, los que defienden que hemos avanzado algún puesto con respecto al Informe PISA del año 2006, que a pesar de estar 16 puntos por debajo de la media en matemáticas, 13 en ciencias y 12 en comprensión de lectura, hemos mejorado y progresamos adecuadamente. Progresión que sería mayor si tuviéramos en cuenta que el puesto que nos asignan es consecuencia de que en la encuesta incluyeron a los hijos de los emigrantes que vinieron de Rumanía, Sudamérica y el África tropical.
Dicen, quienes acusan a Julian Assange, fundador de Wikileaks, de un delito de abusos sexuales, que la tal acusación se fundamenta en que no usó condones durante sus relaciones con dos mujeres suecas y que se valió del «sexo por sorpresa» o «sexo inesperado» ya que se aprovechó de que estaban con él, en la cama, para violarlas mientras dormían. Detalle del que ellas se dieron cuenta pasados tres meses, que fue cuando presentaron la denuncia.
Del primer caso al que me refiero, el del albañil de Olot que el miércoles pasado cogió una escopeta y pegó cuatro tiros a quienes desde hace meses le debían dinero, lo engañaron, le embargaron el piso y se rieron en sus narices pagándole con un cheque sin fondos, insisten en que se trata de un hombre que no está en su sano juicio. De los otros, de quienes voy transcribiendo los comentarios que hicieron a propósito de distintos temas, no dicen nada, pero dan a entender que son personas de una cordura, una sensatez y una inteligencia que no sólo haría descartable cualquier reacción violenta sino que ni siquiera nos mandarían a la mierda si les dijéramos que tienen más cara que espalda.
Milio Mariño/ Articulo de Opinión / La Nueva España
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