martes, 31 de agosto de 2010

Machotes y gallinas

Milio Mariño

Por más que parezca que todo es lo mismo, creo que la gente tiene conciencia de lo que encierra y no encierra mérito. Estoy convencido. Como también lo estoy de que son mayoría quienes se sitúan al margen, o por encima, de esa visión infantiloide de la política que algunos practican y les sirve para insistir en la idea de que hay dos tipos de españoles: los machotes y los gallinas.

Me parece bochornoso que cada vez que tenemos un conflicto salgan a relucir esos términos, pero ahí están, han vuelto con el asunto de Melilla y con toda la que se ha liado en torno a la liberación de los cooperantes. No se había confirmado la noticia y ya estaban llamando gallina al Gobierno y preguntando si había pagado o no había pagado rescate. La verdad, no sé para qué lo preguntan. De sobra saben cuál será la respuesta. Así que, a lo mejor, sólo lo hacen para ver la cara que pone el Ministro cuando responda, como un merluzo, según el guión al uso de los asuntos que no pueden explicarse en público, mientras ellos siguen riéndose, por lo bajinis, a la espera de pronunciar una parrafada final que, despojada de toda retórica, sólo querrá decir una cosa: «¡Jódete!».

Ésa es la impresión que dan. Parece como si estuvieran siempre al acecho, esperando a que ocurra algo, para hacerse con un micrófono y disparar lo que más daño haga. Como si de lo que se tratara, sobre todo, fuera de restar méritos y procurar que el Gobierno parezca una «troupe» de aborrecibles ineptos que deberían merecer el desprecio de los ciudadanos honestos.

Melilla, Afganistán, el «Alakrana»? Todo vale. Y en ese todo incluyo el rescate de los cooperantes, uno de esos asuntos que, según las leyes no escritas que gobiernan las sombras de los estados, ha de permanecer mudo y confinado en la mazmorra de los secretos. Cosa que sabemos todos, incluidos los que preguntan y se hacen los ingenuos.

Tal vez me reprochen que recurra a la filosofía con demasiada frecuencia, pero no se me ocurre nada mejor, para abordar este asunto, que traer a colación uno de los muchos dilemas que planteaba Epicuro. Aquel que decía: o bien Dios no quiere eliminar el mal o no puede; o puede, pero no quiere; o no puede y no quiere; o quiere y puede. Si puede y no quiere es malo. Si no quiere ni puede es malo y débil. Y si quiere y puede, por qué no lo elimina.

Ésa es la historia. Si el Gobierno quería y pudo, por qué no habría de liberar a los cooperantes. ¿Acaso por una supuesta razón de Estado que vendría a exigir que se pagara con tres vidas humanas lo que podía pagarse a un precio más barato? ¿Quién dice que lo correcto hubiera sido hacer lo que hizo Francia, que intervino, fracasó y al cooperante le cortaron la cabeza? ¿Habrían apoyado al Gobierno, si hubiera actuado así, quienes ahora se escandalizan por el canje de un prisionero y porque, según ellos, también se ha pagado rescate?

Estoy de acuerdo en que un Gobierno debe tener en cuenta las razones de Estado, pero eso no es una cuestión de machotes o gallinas. Eso pasa por evitar, como decía Baltasar Gracián, que los intereses de Estado se conviertan en razones, no de Estado, sino de establo.
Milio Mariño/ La Nueva España / Artículo de Opinión

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