Milio Mariño
Mientras leo que dentro de unos días volverá por aquí, para estrenar su nueva película, pienso que si a Woody Allen le hicieron una estatua en Oviedo, en Avilés tendrían que hacerle un monumento. Uno bien grande, a la altura de las circunstancias y no esa estatua pedestre que lo rebaja hasta convertirlo en un turista liliputiense que pasea, despistado, buscando no sé si La Escandalera o «La gorda de Botero».
No pido tanto, por menos pusieron en un pedestal a la foca del parque, que también vino de visita pero no volvió que se sepa. Woody vuelve y esta vuelta a la villa se me antoja más importante que la tan celebrada de Michelle Obama a Marbella. No me importa si alguien movió los hilos o si el genio americano viene porque le apetece y le da la judía gana. Y, como no me importa, me fastidiaría que surgiera algún espontáneo imitando la fantasmada de Javier Arenas que, en un alarde de estupidez cateta, dijo que la visita de la señora Obama a Marbella se debía a las gestiones de la Alcaldesa del PP. Una alcaldesa que, ante el aluvión de criticas, mandó quitar la bochornosa pancarta que les daba la bienvenida en inglés.
Creo que es bueno, muy bueno, para Avilés que Woody Allen vuelva, con o sin película bajo el brazo. Que vuelva por compromiso o por el mero placer de volver, aunque sea sin clarinete y sin ese swing al estilo Beny Goodman. Y ya que salió Goodman quiero confesarles un secreto: no sé si por el apellido del clarinetista o por la apariencia del cineasta, pero cuando pienso en Woody Allen me viene a la memoria la figura de Gustavo Bueno, en mejor. Y que conste que lo de «mejor» no debe interpretarse como que defiendo el dualismo antropológico, sino como el resultado de aplicar el materialismo filosófico, pues es en ese ámbito dónde se dibuja la figura del individuo transformado, por anamórfosis, en persona.
Me consta que la anamórfosis es un defecto óptico pero no puedo evitarlo, veo a Woody Allen por la calle La Fruta y me acuerdo de Gustavo Bueno paseando calle arriba, con las manos en los bolsillos. Los dos son genios, cada uno en lo suyo y un poco en lo del otro. Gustavo dice que, a él, lo que le gusta es el cine de antes; el de aquellas películas en las que los personajes mostraban sus sentimientos mediante acciones físicas. Woody, por su parte, afirma que el cerebro es su segundo órgano en importancia, que prefiere la ciencia a la religión y que si le dieran a escoger entre Dios y el aire acondicionado, se quedaría con el aire.
Ya ven que ocurrencias pero, dejando a un lado lo que piensen que, seguramente, interesará solo a unos pocos, lo importante es que Woody Allen vuelve para estrenar en Avilés «Conocerás al hombre de tus sueños», como antes hizo con «El sueño de Cassandra» y el rodaje de «Vicky Cristina Barcelona». Eso es lo importante, que con Woody y sus visitas también estuvieron por aquí Javier Bardem, Penélope Cruz, Scarlett Johanson y hasta Brad Pitt. Así que reitero lo dicho, habría que hacerle un monumento porque hace unos años solo nos visitaban Lina Morgan y Arturo Fernández. Qué también daban lustre, pero menos que esos monstruos de Holliwood.
Milio Mariño / La Nueva España / Artículo de Opinión
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