lunes, 1 de marzo de 2010

Votar en bronca

Milio Mariño/La Nueva España/

Uno de los síntomas más evidentes de que la mediocridad ha llegado a invadirlo todo es el abaratamiento del mérito para hacerse famoso. Ser ahora una celebridad cuesta muy poco; un instante en televisión. Además no se exige talento ni ninguna habilidad especial. Prueba de ello es ese ejemplar que, recientemente, ha saltado a la fama por el detestable gesto de invitarnos a que le comamos lo que agarraba tocándose la bragueta.

Un año más, y van dos, han vuelto a liarla con la elección del representante español en Eurovisión. El espectáculo ha sido, casi, como el del año pasado y lo sorprendente es que la insistencia en lo mismo ha servido para que algunos comiencen a preguntarse si lo cómico no se estará convirtiendo en un refugio de rebeldía contra el sistema. En esa dirección apuntan los comentarios de algunos sociólogos empeñados en salvar a esta generación de jóvenes lagarto que cada vez piensan menos y cuando lo hacen es para convencerse de que los adultos y el Estado estamos obligados a sacarles las castañas del fuego.

Dudo mucho que este tipo de respuestas, es decir, la nueva táctica de en lugar de no votar o votar en blanco, dar el voto a un personaje ridículo, un fantasma o un tontaina, pueda convertirse en el preámbulo de una nueva revolución juvenil. Una revolución cuyo móvil sería la crítica contra un sistema en el que sólo triunfan los ganadores sin alma, los yuppies y los que tienen un par de carreras, tres másteres y varios idiomas. No me parece que lo ocurrido apunte en ese sentido. Creo más lógico asimilarlo con el hartazgo, la impotencia y la negativa a seguir pasando por el aro sin decir esta boca es mía. La cosa, a mi juicio, va por ahí. Quienes actúan así son conscientes de que no resuelven nada pero, al menos, se quejan. Se hacen visibles y dejan patente que su voto cuenta en algún sentido.

Esa es la historia, y la culpa de que haya vuelto a repetirse no la tiene nadie más que la televisión. Sí, porque la televisión nos ha ido acostumbrando a que, por encima de la calidad, el talento y el buen hacer, triunfe el pelotazo mediático. La imagen, más que los hechos, es lo que preocupa a todos los niveles, incluido el político. Tal es así que en varios países ya se ha dado el fenómeno de que los mismos tontainas, fantasmas y frikis que aquí se presentan a Eurovisión, allí lo hacen a las elecciones legislativas. Ahí tienen los ejemplos de Beppe Rillo en Italia o Stephen Colbert y Britney Spears en EE UU, quien manifestó que si fuera presidenta lo primero que haría no sería cerrar Guantánamo ni ofrecer el seguro médico gratuito a todos los estadounidenses sino reformar el Despacho Oval para dejarlo como el Palms Casino de Las Vegas y obligar a la NASA a montar una discoteca en la Luna.

Al paso que vamos no parece que estemos muy lejos de que aquí pueda ocurrir otro tanto. No descarto que en 2012 pueda aparecer cualquier tontaina con un programa plagado de disparates y obtenga vaya usted a saber cuántos votos. Lo del voto en bronca tiene toda la pinta de ir en aumento. Pero no como una nueva revolución juvenil o un resurgir de los ácratas. Qué va. En nuestro caso sería porque Zapatero y Rajoy se lo están poniendo en bandeja a cualquier Chiquilicuatre que se atreva a presentarse y proponernos lo que le salga de la entrepierna.

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