lunes, 8 de febrero de 2010

Febrero no viene loco, viene muy tonto

Todo lo que nos proponen para poner remedio a la crisis se ha convertido en un galimatías que no hay quien lo entienda. Estamos tan confundidos que no sabemos a qué atenernos y lo malo de todo esto es que nuestros líderes, los del Gobierno y los de la oposición, están incluso peor. Están fatal. Los ministros no paran de contradecirse desmintiéndose unos a otros y el PP se ha convertido en un guirigay que, más que un partido político, parece como que se hubieran puesto a la cola para ir al psicólogo.

Algo raro sucede, algo que no tiene explicación y que tampoco cabe achacar a que estamos en febrero, un mes con fama loco. Si al menos fueran locuras, cabría tener esperanza; pero son meteduras de pata, errores elementales que ponen de manifiesto lo que ya sospechábamos: que la diferencia entre loco y tonto es notable. Al loco puede ocurrírsele lo impredecible, mientras que el tonto es tan limitado que sus ocurrencias no pasan de ser tonterías.

Tontería parece eso de que el Gobierno, en cuestión de tres años, reducirá en 50.000 millones de euros el gasto de todas las administraciones sin tocar las partidas sociales ni tampoco las inversiones. Algo increíble para una cabeza con boina, pues los que somos gente corriente tenemos la entendedera tan corta que, ante tamaño ahorro, solo pensamos dos cosas: que están tirando el dinero y gastando a manos llenas o que le han puesto una vela a San Pancracio con el compromiso de que, de aquí a tres años, haga un milagro.

Haría falta, también, un milagro para entender la tontería que dijo Rajoy hace poco. Que los inmigrantes ilegales tienen derecho a la educación y la sanidad sin necesidad de empadronarse, por su mera condición humana, pero que no deberíamos darles los mismos derechos que a los nacidos en Cuenca, porque aquí no cabemos todos.

Se me ocurre otro milagro, y ya van tres, para asumir una tontería más; eso de que PP y PSOE voten en el Congreso de los Diputados a favor de la construcción de un almacén de residuos nucleares y luego lo hagan en contra con el agravante de que María Dolores de Cospedal se opuso a una resolución, de los socialistas castellano-manchegos, que era copia exacta de sus propias declaraciones.

Tonterías, en este mes de febrero, hay para dar y tomar. Las hay como la última de Esperanza Aguirre, a quien suponíamos mínimamente educada y exhibe un lenguaje barriobajero que merece que alguien le lave la lengua con estropajo y jabón de lagarto. Tontería, y cinismo, es lo de Núñez Feijóo, que se hizo con el gobierno proclamando austeridad y acaba de gastarse 6,3 millones de euros en la adquisición de coches oficiales, algunos de 240 caballos y tapicería de piel, mientras siguen aparcados en la cochera los 17 Audi comprados por su antecesor. Tontería, y desfachatez, es que Manuel Fraga, de 88 años y actual senador del PP, diga que no es partidario de elevar la edad de jubilación. Y aún es tontería mayor que Trinidad pretenda justificar la prohibición total de fumar aludiendo a la salud de los trabajadores de hostelería, pues con ese mismo argumento habría que cerrar las minas, las petroquímicas y el 80 por ciento del sector industrial.

Son tantos a decir tonterías que uno llega a la conclusión de que los líderes políticos solo funcionan regular cuando las cosas van bien. Y así cualquiera. Así gobernamos usted y yo. Que no tenemos ni pajolera idea ni se nos había pasado por la cabeza.

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