lunes, 11 de julio de 2011

Estar pez y comer pescado

Milio Mariño

No me da reparo decirlo: he llegado a la edad que tengo por ignorancia. Hay que ser honestos, hay que decir la verdad. Cuando era niño, y hasta hace bien poco, no había autoridades sanitarias, así que como no sabíamos lo que era bueno, o malo, para la salud comíamos de todo. Lo que no mata engorda decían entonces. Y venga platos de cocido, venga chorizo, chuletas de cerdo y arroz con leche a la plancha. Y pescado, por supuesto. Bocarte, bonito, alguna merluza? Lo que pillaran. Dependía de la costera, que es a la mar lo que en tierra llamamos cosecha. Una época del año en la que se da esto o lo otro y no como ahora que lo mismo hay lechugas en diciembre que besugos en agosto.

Fíjense si éramos ignorantes que solo sabíamos que las lentejas tenían hierro y el pescado azul mucho fósforo. Ahora, en cambio, sabemos que el pescado tiene fósforo, mercurio y bifenilos policlorados, que no sé lo que serán pero, al oído, dan menos miedo que el e-coli del pepino.

Ya sé que eran otros tiempos, más duros que estos de ahora, y que los peces comían lo que pillaban. Lo cual explica que no se le ocurriera a nadie pedirles a las sardinas que tuvieran Omega-3. Tenían lo que tenían, por eso estaban tan baratas. Pero los tiempos cambian y al precio que está hoy el bonito solo faltaba que siguiera teniendo los mismos minerales y las mismas propiedades de entonces que, por lo que decían, mejoraba la visión nocturna y la resistencia a las infecciones. Eso está superado, ahora tenemos antibióticos y tocamos a farola y media por habitante. Es comprensible, por tanto, que, en su afán por aportar cosas nuevas, los peces y los crustáceos se hayan atiborrado de las sustancias que vertemos impunemente al mar, y que las autoridades sanitarias hayan puesto el grito en el cielo, advirtiendo de que las embarazadas han de tener cuidado con el bonito y las madres no deberían dárselo, ni a la plancha ni con tomate, a los niños lactantes.

Algunos responderán, seguramente, que siempre han comido bonito y que, además, les miraban la fiebre con un termómetro de mercurio. Bueno ya, pero las cosas se descubren cuando se descubren. Hace unos años el aceite de oliva era poco recomendable y el de girasol una bendición para la salud. Luego se supo que todo obedecía a una campaña de marketing ¿Quién nos dice que, en la próxima década, no descubran que cocinar con soplete, además de ser malo para la espalda, provoca estreñimiento y meteorismo descontrolado?

No me parece mal que las autoridades sanitarias alerten sobre el consumo excesivo de ciertos pescados. Lo que les reprocho es que carguen impunemente contra el bonito, el emperador? no sé, contra los peces en general. Lo digo porque, de todos los animales, los peces pasan por ser los más ignorantes y los más denostados. De ahí que cuando queremos señalar la torpeza de alguien, digamos que está pez.

Los peces nunca fueron apreciados, recuerden que se utilizaban, y se siguen utilizando, como penitencia allá por Cuaresma y en las vigilias y las témporas. Así es que pueden llamarme suicida, irresponsable o lo que quieran pero pienso seguir comiendo pescado. Si no como más, no será por lo que digan las autoridades sanitarias, será por su precio.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / La Nueva España

No hay comentarios: