Milio Mariño
No he visto que nadie haya salido, ni es previsible que salga, a protestar en la Puerta del Sol, como los egipcios en la plaza Tahrir de El Cairo, por la desfachatez de Caja Madrid, que ha destinado 25 millones de euros a repartir, como incentivo, entre diez de sus ejecutivos que ya no siguen siquiera en el cargo. Si he visto, bueno he leído, que como medida para acallar lo que no pasará de cuatro protestas aisladas, en la paginas de opinión, Rodrigo Rato propondrá, como hizo Mubarak antes de salir pitando, algunas reformas al consejo de administración. Pedirá que se supriman dichos incentivos de cara al futuro, pero la propuesta, aunque sea aceptada, no impedirá el pago de bonus millonarios, pues éstos ya han sido devengados y, por tanto, serán cobrados.
Así está la cosa, con Caja Madrid solicitando ayudas públicas por importe de 4.465 millones de euros, un buen pellizco a las arcas del Estado que será presentado como absolutamente necesario para salvar la entidad, y a nosotros mismos, de una catástrofe bancaria. No cabe otra, proclamará desde su poltrona el -ahora nos enteramos- torpe Rodrigo Rato, que no dio un palo al agua, ni se enteró de la crisis, mientras fue secretario del Fondo Monetario Internacional. No obstante, insistirá, como otros de su cuerda, en que, para que la economía vuelva a funcionar, es necesario reformar, a fondo, el mercado de trabajo, abaratar el despido y acabar con los privilegios. Con los de la clase de tropa, pues Caja Madrid ha pagado a Miguel Blesa, el antecesor de Rato en el cargo, 2,8 millones de euros en concepto de despido, 1,4 millones al antiguo director de comunicación Juan Astorqui y 1,8 millones al responsable de sistemas Ricardo Morado.
Cuando uno se entera de todo esto y lo junta con aquello de que a los parados que ya no cobran subsidio, y no lo han cobrado en el último año, les darán 400 euros durante seis meses si asisten a un cursillo, le entran unas ganas locas de tirarse a la calle, como si fuera un egipcio, y pedir que se vayan al carajo los banqueros y sus economistas lacayos. Ganas todas las que quieran, aun a riesgo de que nos zurren la badana y nos metan en chirona, pero ¿contra quién protestamos? ¿Quién es el ogro? Es evidente que existe, pero nadie ha visto su cara y así es imposible que podamos partírsela a morrillazos.
Lo que sí hemos visto es otro escándalo pues, según dicen, alguien ha colado de matute a unos cuantos trabajadores en un ERE, para que luego cobren la jubilación. De confirmarse sería un fraude. Un auténtico fraude frente la actuación legal e intachable de una Caja de Ahorros, que pide 4.465 millones de dinero público para evitar la quiebra, y despide a su director pagándole 2,8 millones de euros y 25 millones más, en concepto bonus, a repartir entre él y otros directivos que han dejado la entidad.
¿Qué quieren? ¿Preferirían vivir en un país en el que fueran tratados como súbditos y no tuvieran derecho ni a protestar? Ustedes ya viven en democracia, no sean egipcios. No piensen que porque uno se vaya y venga otro las cosas van a cambiar. Siempre habrá quien esté arriba y quien esté abajo. Y ese orden no lo establecen los dictadores ni los banqueros, es ley natural.
Milio Mariño / La Nueva España / Artículo de Opinión
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