lunes, 12 de julio de 2010

El problema de la basura

El mundo ha cambiado tanto, en tan poco tiempo, que si hace cuarenta años alguien nos dijera que, a estas alturas, andaríamos por la calle con una bolsa en la mano recogiendo del suelo los excrementos de nuestro perro responderíamos que estaba chiflado. Esa escena, analizada con la mentalidad de entonces, serviría para que nos tomaran por locos. ¿Qué pudo haber pasado para que consideremos no solo normal sino un acto de civismo que una persona se agache y, en plena calle, limpie la cagada de su perro?

Si nos atenemos a lo que dicen quienes entienden de esto, lo que, realmente ha pasado es que somos más responsables y hemos tomado conciencia. Antes creíamos que todo consistía en pagar una tasa y que el ayuntamiento tenía la obligación de recoger la basura y las inmundicias que arrojábamos a la calle. Éramos unos cafres; no nos importaba el sostenimiento del planeta, ni el calentamiento global, ni nada por el estilo. Lo que echábamos a la basura, lo metíamos todo en un cubo y allá que se arreglen. Ahora es distinto, ahora seleccionamos cada porquería en su sitio. Así da gusto. Así, fruto de la concienciación y el civismo, la cosa ha cambiado hasta el punto de que nuestra basura puede llegar, incluso, a ser un negocio. Lo cual significa que no era, como pensábamos, un problema de asco, o de tener más o menos escrúpulos.

Como no soy experto en nada y menos en esto, para mí la basura era, hasta hace poco, algo tan desagradable, y tan ruinoso, que solo podía interesarles a los Ayuntamientos. Empecé a sospechar que debía estar equivocado cuando me enteré de que Florentino Pérez y las hermanas Koplowitz se dedicaban, entre otras cosas, a recoger la basura de no sé cuantas ciudades. Un trabajo duro donde los haya, pero que les permite vivir dignamente y tener cuatro euros para gastárselos en un yate, que bien se lo merecen.

Les parecerá una tontería una tontería pero me costaba aceptar que gente de su nivel; fina, educada y de muy buena familia, no le importara vivir de una actividad tan cutre. Estaba tan convencido que llegué a pensar que podía haber un componente de altruismo y una toma de conciencia. Algo así como lo que nos pasa a nosotros con las cagadas de nuestros perros. Pero claro, todo se me vino abajo cuando leí que, en torno a la basura, se habían montado unos negocios de aúpa y que, allá por Alicante, había una telaraña que suponía 18 millones de euros y presuntos delitos de extorsión, tráfico de influencias, amenazas y cohecho.

El resultado fue que me hice un lío. Esas noticias, y otras por el estilo, me produjeron tal cantidad de basura mental que dudo que vaya a poder reciclarla. Se me ha metido en la cabeza que el círculo de mierda, lejos de reducirse, es cada vez más grande. Y lo grave del caso es que, por lo visto, no tienen intención de depurar responsabilidades. Al parecer los únicos que hemos tomado conciencia somos nosotros. Los políticos meten su basura en un cubo y dejan que se amontone en los juzgados. Y así, claro, es tal la cantidad que ya huele que apesta. De modo que no les cuento lo que puede pasar con estos calores y como estará al final del verano.

Milio Mariño / Artículo de Opinión / La Nueva España

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