lunes, 7 de junio de 2010

Animalada

Milio Mariño

Viendo como una señora tomaba café, sentada en una terraza, con su perro en brazos se me ocurrió pensar que los animales son como las personas: los hay que sólo viven para trabajar y los hay que disfrutan de la vida y aquí me las den todas. Era lo que parecía decir aquel chucho mientras contemplaba, divertido, a la gente que pasaba a su lado, agobiada, seguramente, por las preocupaciones y el quehacer cotidiano. Y es que los perros, gracias a su amistad con el hombre, y con la mujer, por supuesto, han evolucionado tanto que hoy disfrutan de un status que para sí quisieran muchas personas, incluidos nuestros antepasados.

Estoy por apostar que, de todos los que estábamos en la terraza, el perro era el único que disfrutaba sin preocuparse de nada. No tengo la menor duda y eso que, según un estudio dado a conocer, hace poco, por la compañía Pedigree, los perros también han comenzado a padecer los efectos de la crisis. Eso dice el estudio, que da cifras y datos sobre el impacto de la crisis en la población canina, pero pasa por alto algo, para mí, muy importante: que, en lo tocante a los perros, no parece que ni en Grecia, ni aquí, en España, vayan a adoptar ninguna medida que suponga un recorte de sus derechos.

Antes de seguir con el tema, y en previsión de que algún malicioso interprete mal mis palabras, aclaro que no insinúo ni pretendo decir que debamos sentirnos discriminados o peor tratados que los animales. Las cosas hay que situarlas en su contexto. Y situándolas ahí, donde deben estar, es justo reconocer que la actuación del Gobierno español, al menos en este caso, parece irreprochable, pues los efectos de la crisis en cuanto a su incidencia en la vida de los perros, y en la de las personas, no admite comparación. No la admite porque de una población activa cifrada, para nuestro país, en 5.000.000 de perros sólo 110.000 han sido abandonados por sus dueños. Lo cual indica que estaríamos hablando de sólo un 0,22 por ciento, una cantidad cien veces inferior a la tasa de abandono que han sufrido los humanos por parte de sus patronos.

Es cierto que también habrá perros que son autónomos y, en consecuencia, en peor situación que el resto, pero ni aun así estaría justificado que el Gobierno adoptara medidas sobre un colectivo que, en general, vive mejor que antes, pero tampoco parece que su bienestar pueda ser el causante del desaguisado económico. La política de café para todos no suele solucionar los problemas. Y si a eso añadimos que, de acuerdo con los postulados del más puro liberalismo económico, cada palo debería aguantar su vela, sería tan injusto que el Gobierno intentara paliar la crisis adoptando alguna medida que afectara directamente a los perros como que lo haga aumentando los impuestos a los ricos. Ya sé que dicho así, juntando perros y ricos, la coincidencia puede parecer sospechosa; pero quienes escriben saben de sobra que la vecindad de las palabras es fortuita. En cualquier caso, el problema no es que los animales vivan como las personas. El problema es que hay muchas personas que viven como los animales. Como los animales de la selva, no como el perro de aquella señora.

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