lunes, 11 de enero de 2010

Empezar dando los buenos días

Hace poco leí que en época de crisis la gente se vuelve más educada. Eso decía un estudio de no recuerdo que universidad, que cuando la crisis aprieta las personas procuran ofrecer, de si mismas, una imagen correcta cuidando más los modales y demostrando un mayor respeto, en la creencia de que así tendrán más posibilidades de éxito y serán mejor aceptadas.
A ver si es verdad. A ver si la crisis sirve aunque solo sea para eso, para corrregir los malos modales y una falta de cortesía verbal y pedestre cada vez más alarmante porque no sé ustedes pero yo doy los buenos días a todo bicho viviente y solo me contestan los que tienen mi edad y de ahí para arriba. Hablo de los buenos días no entro en otras profundidades como ceder el asiento o tratar al profesor de usted, que hace tiempo dejaron de ser muestras de educación y respeto para convertirse en antiguallas que solo usan los viejos y algunos nostálgicos.
Hay quien asegura que la culpa de qué nos hayamos vuelto maleducados y desagradecidos la tiene la vida. Que la vida, al parecer, es ahora tan dura que la única forma de enfrentarse a ella con éxito es ser exigente, inculto, maleducado y muy desagradecido. Esa es la pauta de los que luchan por abrirse camino. Es la forma de ser, y estar, que, inexplicablemente, ha ido ganando terreno. Los modelos de conducta que se relacionan con la buena educación, el esfuerzo, la solidaridad y la justicia social han quedado arrinconados por inservibles. Lo que ahora se lleva, por encima de todo, es la mala educación, la exigencia y la falta de compromiso.
Los valores y los ideales han pasado a mejor vida. Eso dicen los jóvenes cuando se les pregunta. Dicen que mientras puedan divertirse pasan de preocuparse por ese rollo de la política y los problemas sociales. Pero claro, el tiempo va haciéndolos mayores, muy mayores diría yo, y cuando las posibilidades de divertirse desaparecen es cuando explotan, ponen el grito en el cielo y culpan a los políticos de ineficientes a la sociedad adulta de hacerles la vida imposible.
Imposible no sé, pero dificil seguro. Las esperanza es que todos los años por estas fechas aprovechamos para renovar nuestros buenos propósitos y este, que apenas tiene unos días, llega dispuesto a vencer la crisis con remedios más o menos universales y alguna receta casera como cambiar el modelo productivo. Un modelo precario que reclama una cura en toda regla. Un cambio profundo que debería llevar aparejado otro, no menos profundo, que nos obligara a revisar las pautas de esta sociedad de exigentes y maleducados que reclaman vivir mejor pero no están dispuestos a asumir ningún compromiso que no sea el de su satisfacción personal.
Hay medidas que son costosas y llevan su tiempo. Otras, como dar las gracias, ser agradecido o dar los buenos días, no cuestan nada. Por eso que el propósito que se me ocurre es que empecemos el año recapacitando sobre las propiedades que poseen, para la convivencia, las palabras sencillas, aquellas a las que no damos ningún valor porque solo se necesita un poco de voluntad para decirlas.

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