viernes, 25 de enero de 2013

Pensando en España S.A.

Milio Mariño

Una de estas noches que llovió con ganas desperté de madrugada y permanecí entre las sábanas por miedo a que el sueño fuera la realidad. Acababa de soñar que España había dejado de existir como país para constituirse en una empresa que se llamaba igual. Es decir que ya no éramos un estado social y democrático de derecho que propugnaba, como valores del ordenamiento jurídico, la libertad, la justicia y la igualdad, sino que habíamos pasado a ser España SA, una sociedad anónima que cotizaba en la Bolsa de Berlín y tenía un consejo de administración presidido por un Registrador de la propiedad llamado Mariano Rajoy.

Estuve un buen rato, quieto en la cama, dilucidando si aquella idea vendría de lo soñado o del recuerdo de una película que viera la noche anterior. Llegué a pensar que quizá fuera una fantasía de esas que se le ocurren a uno cuando intenta escribir un artículo y no da con el tema adecuado. No paraba de darle vueltas porque era pronto para levantarme pero la incertidumbre se hizo insoportable y los nervios me empujaron, primero al baño y luego a la cocina, donde preparé el desayuno y encendí la radio, a la espera de que las noticias me devolvieran al mundo real.

El primer informativo llegó cuando la cocina ya olía a café. Dijeron que un señor, que había sido tesorero del PP, tenía veintidós millones de euros en Suiza, que un hijo de Jordi Pujol había vendido su colección de coches antiguos y que un kamikaze, condenado a trece años de cárcel, había sido indultado por el gobierno. Nadie dijo nada de que España fuera una empresa pero entrevistaron a un mandamás que habló de que era necesario prescindir de las urgencias médicas para reducir el gasto. Por el tono daba a entender que la decisión no tenía marcha atrás, de modo que todo apuntaba a que debía de haber sido tomada por el consejo de administración.

Tuve la certeza entonces de que, al margen de lo que hubiera podido soñar, España había dejado de ser un Estado para convertirse en una sociedad anónima. Lo curioso era que, al contrario de lo que había sucedido cuando estaba en la cama, no me supuso ninguna inquietud. Tal vez, pienso yo, porque no soy lo bastante listo como para calibrar el alcance de un cambio de tal magnitud. De ahí que solo me preocupara por cuál sería mi papel en la España SA, pues descartado que pudiera ser accionista solo quedaba ser empleado o cliente. No tenía más opciones, pero tampoco encajaba en ninguna. Empleado no podía ser porque ya estoy jubilado. Y cliente menos aún. Mis necesidades básicas están cubiertas por lo que estuve pagando durante cuarenta años, así es que no estoy dispuesto a pagar dos veces y comprar nada de lo que ofrecen.

Cuando acabé de desayunar llegué a la conclusión de que soy un crónico de los desajustes orgánicos. Tuve que jubilarme por exceso de personal y ahora quedo fuera de esta empresa, que era mi país, por un reajuste contable. A saber lo que me espera de aquí en adelante pues al no ser accionista ni empleado ni cliente, deduzco que debo ser un ente virtual. Tal vez sea esa la única forma de sobrevivir. Sería peligroso que supieran que existo y que no estoy dispuesto a cambiar de hábitos.

Artículo de Opinión/ Diario La Nueva España 

No hay comentarios: