lunes, 7 de mayo de 2012

Rajoy aconseja no forzar la rabia de sus ministros

Milio Mariño. De la firmeza y la convicción absoluta, de aquello que bastaría con su presencia para acabar con la crisis, hemos pasado al galimatías de unos ministros que dan una opinión y la contraria sin que les salga un orzuelo en la lengua. Nada, ni siquiera una pupa. Y eso que De Guindos, Montoro y toda la panda se parecen cada vez más a los cantamañanas que un día dicen que comer chocolate o cocinar con aceite de oliva daña nuestra salud y al siguiente se despachan con que lo bueno de verdad son dos tabletas a la semana y tres cucharadas para desayunar. Es lo que hay: un Gobierno dando palos de ciego y anunciando y desmintiendo medidas como quien se tropieza al hablar. Y, por supuesto, huyendo de la explicación y el debate como el gato del agua escaldada. Debatir las medidas no serviría, quizás, para convencernos pero si, al menos, para poner las cosas en claro y que los cínicos se retraten. Pero, al Gobierno, no le gusta el debate, lejos de explicar lo que hace, exige que nadie se oponga ni obstaculice, o critique, sus decisiones pues entiende que la mayoría absoluta le permite hacer lo que quiera sin dar explicaciones. Era lo que faltaba que volviéramos al absolutismo como forma de gobernar. Porque esa es otra, las medidas pueden ser más o menos aceptadas pero lo que resulta inaceptable es que, quienes gobiernan, presuman de qué harán lo que quieran sin miramientos ni escrúpulos. Cuesta entender que quienes han sido elegidos para dirigir un país presuman de algo así. Con todo, lo que ya me saca de quicio son los majaderos. Los majaderos, además de torpes y metepatas, no tienen unidad de medida, lo suyo no es que el remedio sea peor, es que es la enfermedad. Ahí tienen a Rajoy, que desde que es Presidente se ha convertido en émulo de don Tancredo y para una vez que habla se despacha con esa perla de que todos los viernes receta y así hasta que palmemos o salgamos adelante con el brío y la salud de un caballo de carreras. Rajoy aconseja que, por nuestro bien, vale más que nos estemos quietecitos y no forcemos la rabia de sus ministros. En su opinión, lejos de estar enfadados, deberíamos estar contentos, pues las medidas que, hasta ahora, han tomado las han tomado sin animadversión, revancha ni mala fe, de ahí que se le haya ocurrido advertirnos de que como insistamos en protestar vamos a cabrearles y, entonces, es cuando sabremos, de verdad, lo bestias que pueden ser. Se agradece la advertencia. No obstante ya nos habíamos dado cuenta de que Montoro, Gallardón y compañía no tenían especto de ser los buenos de la película. Tenían toda la pinta de parecerse a esos carceleros, de las prisiones americanas, que salen con sus perros decididos a que el prófugo jamás regrese vivo a la celda. Sería un iluso si me permitiera darle consejos pero se me ocurre que a Rajoy, con sus Ministros, puede sucederle otro tanto que a los Emperadores Romanos con la Guardia Pretoriana. Pasaron de darles órdenes a recibirlas y ser sus rehenes. Y más aún, alguno llegó a ser estrangulado o cosido a puñaladas por quien creía su mano derecha. Rodearse de desalmados es lo que tiene, trae cosas así y otras peores. Milio Mariño / La Nueva España / Artículo de Opinión

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