Lo
que está pasando tiene nombres, como no va a tenerlos, no habríamos llegado a
esto si no hubiera sido por los especuladores, los financieros del ladrillo,
los administradores corruptos, los inspectores cómplices y los políticos sin escrúpulos.
Recuerden, a modo de ejemplo, el desahogo de Esperanza Aguirre ante aquel micrófono
que creía cerrado. Aquello de darle un puesto a IU, en Caja Madrid, quitándoselo
al hijoputa.
Si
menciono aquel episodio, piropo incluido, no es para echarle la culpa del
desastre de Bankia al consejero que Esperanza Aguirre regaló a los que, dice,
son sus mayores enemigos, los comunistas, antes de dárselo a su compañero de
partido, lo menciono porque puede
servirnos para calibrar los tejemanejes que el PP, y el resto de partidos políticos,
se traían con las Cajas. De modo que no pueden venir ahora con que la culpa es
de la herencia, la ineficacia del Banco de España, la no profesionalización de
las Cajas, la tozudez de Ángela Merkel y mil historias, que no engañan a quien no quiere engañarse ni
sirven para lavar la cara de los que la tienen tiznada por el saqueo y la
rapiña de estos años pasados.
A
fuerza de pelotazos, y de tonto el que no se haga rico, el agujero se ha
convertido en abismo. Son miles de millones de deuda, calculan que el
equivalente a 30.000 euros por cada español, que intentan endosarnos con la
falsa y machacona insistencia de que vivíamos por encima de nuestras
posibilidades y eso, tarde o temprano, se paga.
Pero
la intención, a mi modo de ver, no es que paguemos, pues por muchos recortes
que hagan saben que no podremos pagar ni en uno, en dos o diez años, lo que
pretenden es que salgamos a la calle y la liemos a mamporros con el mobiliario
urbano y los antidisturbios. El objetivo es apretarnos las clavijas para que
nos sintamos estafados y nos desahoguemos con los contenedores de basura y los policías
que nos zurren, que algo de culpa tendrán pero cargarán con la suya y con la de
los estafadores, banqueros y políticos, que estarán sentados en sus despachos disculpando
la brutalidad policial como legitimo recurso para restablecer el orden y
preservar la democracia.
Convencido
de que por ahí van los tiros, entiendo que protestar, en la calle, es necesario
pero menos eficaz que otras medidas. A no ser que sirva como consuelo, no
servirá de nada insistir pidiendo responsabilidades porque, lo hecho, hecho
está y el agujero no se tapa con cuatro pringaos en la cárcel. Digo cuatro
pringaos porque los responsables se escaquearan, como siempre, y no habrá quien
los pille.
Lo
más efectivo es que la deuda la pague Rita. Es insistir para que cunda el ejemplo
de lo que han empezado los catalanes con las autopistas. No puede ser que, en
nombre de la crisis, utilicen nuestros impuestos para pagar los pufos de los
bancos, que la financiación de la iglesia no sufra recorte alguno y que el
presupuesto de Defensa sea superior al de Educación y Sanidad juntos. Mientras
eso no se corrija se acabó lo que se daba. Llámenlo objeción, insumisión o como
quieran llamarlo, pero yo lo llamo Manifestación Fiscal. Una manifestación nada
egoísta, pues lo que se pretende no es no pagar impuestos, es impedir que el
Gobierno los malverse y nos prive de nuestros derechos.